jueves, 23 de septiembre de 2010

El día en que Irupana comenzó a amar a la patria


Irupana se resistió a dejar de ser sierva de la Corona española hasta bien entrada la Guerra de la Independencia. El testimonio más importante sobre los combates independentistas, el célebre Diario del Tambor Vargas, así también lo ratifica: “Entró la Patria triunfante (a Irupana) de tantos años porque eran demasiado decididos a favor del Rey de España: desde el año de 1809 sostuvieron el partido real”. Era el 17 de noviembre de 1815. El menor de los Lanza, José Miguel, entraba al pueblo que, seis años antes, no pudo tomar su hermano Victorio.

El centro poblado era, sin duda, uno de los principales asentamientos españoles en la región. Es por ello que el Obispo de La Paz, Remigio de La Santa, organizó un verdadero ejército en el lugar, desde donde resistió el ataque de las tropas organizadas por el coroiqueño Victorio García de la Lanza.

Pero la guerra apenas comenzaba. La región era parte de la famosa Republiqueta de Ayopaya, en la que los permanentes choques entre patriotas y realistas pasarían su sangrienta factura a los habitantes de la zona. El criollo irupaneño Esteban Cárdenas comandaba la tropa pro-española que, de forma permanente, protegía Irupana. Ésta fue repuesta una vez que José Miguel Lanza abandonó la población, luego de su triunfal ingreso, aquel 17 de noviembre.

Tuvieron que pasar seis años más de duros combates para que Irupana, la realista, comience a convencerse de que la historia no tenía vuelta, que seguiría su curso, más allá de los intereses del momento de los círculos de poder asentados en el centro poblado. De acuerdo al relato del Diario del Tambor Vargas –transcrito en esta nota tal como fue escrito-, fue el 1 de julio de 1821 que los vecinos de Irupana dieron pruebas a Lanza de que se habían subido al carro independentista.

La madrugada del 28 de junio, Lanza, al mando de 82 hombres, ingresó a Irupana. “A la 1 o 2 de la mañana asómase a la puerta de la aduana, le toca la puerta en clase de comerciante pidiendo guías. Contesta con su orgullo acostumbrado el aduanero (que estaba entonces un don Lorenzo Meneses natural de la ciudad de Arequipa y vecino en el pueblo de Irupana) a que esperasen o volviesen. Vuelven a tocar y le dicen: -Escape, la Patria está ya aquí. Abrese la puerta para salir al escape, se encontró con gente armada, lo sacaron, lo arrestaron, entregó 700 pesos”

El día 30 de junio llega a Irupana una compañía española, encabezada por el capitán F. Peredo. “A las 5 de la tarde le dan al coronel Lanza muy verdadero de que los enemigos subían ya la cuesta. Este señor en el acto manda que metan todas las bestias. Mientras otros afanes ya las 6 y más, entró ya el enemigo por dos bocacalles ahí nomás estuvieron. Lanza se retiró apenas a Carapata (los estramuros del pueblo); los soldados como pudieron estaban ensillando los caballos. Luego se bajó con 18 hombres de su compañía el capitán don Pedro Arias y el sargento Mariano Garavito, se embocaron por una calle que va a la plaza, empezaron a tirotearse en la calle un buen rato pero ni uno ni otro avanzaba un palmo de terreno”.

El tiroteo en suelo irupaneño se prolongó hasta pasada la medianoche. Al día siguiente se pudo establecer que en el bando patriota murieron tres hombres y ocho estaban heridos, mientras que el contingente enemigo sufrió un muerto y cinco heridos. Lanza estaba molesto porque los vecinos de Irupana no habían cumplido con la rapidez que él exigía su orden de meter los caballos a los corrales, seguramente con el objetivo de sorprender al enemigo. No había olvidado que los irupaneños tenían una larga historia de apoyo a la causa española, pese a que había constatado el día anterior que no habían prestado ningún apoyo a la tropa defensora de la Corona.

Al amanecer del 1 de julio, el capitán Peredo formaba a su tropa en plena plaza de la población. “En esto nomás asómase un vecino de Irupana al capitán Peredo y le dice: -Señor, dispóngase a una defensa heroyca porque el coronel Lanza baja ya, tiene mucha fuerza y le ha llegado auxilio como más de 600 indios esta noche, o retirese usted será mejor, y no espóngase usted ni esponga a los soldados porque mucha es la fuerza que tiene Lanza”. El comandante español sorprendido con la noticia ordena abandonar de inmediato la población, tomando el camino que conduce a Chulumani.

Lanza, desilusionado con la actitud de los vecinos, se encontraba preparando los caballos para retirarse a la retaguardia. “Estando así cavilando se le presenta una mujer y le dice: Señor coronel, ya han corrido los enemigos, van al paso trote muy cobardes”. Los patriotas comenzaron la persecución detrás del enemigo. “Así con fuego en retirada perdiendo temporada se bajó Peredo, luego se había quedado en retaguardia para proteger a su gente con 20 hombres y a más de las 8 de la mañana lo atropellaron y con tres hombres más murió”. Al final de la jornada, el bando patriota contó 36 prisioneros, además de incautarse 63 fusiles, 46 bayonetas, 54 cartucheras, 5 muertos y 5 heridos.

“Así fue que Lanza salió triunfante, pero se debe más al capitán don Pedro Arias y a su sargento don Mariano Garavito que contuvieron toda la noche el fuego y la carga del enemigo con sólo la pérdida de muy pocos soldados”, afirma el tambor José Santos Vargas. Y con la ayuda de los vecinos de Irupana, restaría decir, quienes por primera vez –según el mismo Diario- colaboraron con la causa patriótica.

Los combates en la Republiqueta de Ayopaya continuaron durante cuatro años más y concluyeron el 6 de agosto de 1825, con la fundación de la República de Bolivia. El único guerrillero que participó de ese acto fue el coroiqueño José Miguel Lanza, el mismo que alguna vez trajinó victorioso por las calles de Irupana.

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