lunes, 10 de mayo de 2021

Con Irupana en el tintero


Irupana tiene bastante memoria escrita, pero también cuenta con bastante historia en el tintero. Durante su historia tuvo al menos tres publicaciones impresas que han registrado su vida, sin contar con varias publicaciones esporádicas que han sido realizadas por sus pobladores.

Corría 1943, cuando los integrantes del Centro Cultural Agustín Aspiazu -que reunía a los residentes de Irupana en la ciudad de La Paz- publicaron la revista “Acción y Progreso”. El medio de comunicación estaba dirigido por Leonardo Guzmán, quien, en la primera editorial del impreso, deja claramente establecido que el mismo servirá para hacer campaña por la creación de la provincia “Agustín Aspiazu”.

Pero además del debate sobre la fundación de la pretendida jurisdicción provincial –que tenía como capital a Irupana-, la publicación servía para difundir hechos históricos, además de algunos acontecimientos de los vecinos de la población de origen.

Es gracias a esta publicación que las nuevas generaciones de irupaneños e irupaneñas se  enteraron de la hipótesis que asegura que nuestra población fue fundada el 25 de julio de 1746. Nadie de los actuales pobladores conoce el certificado de nacimiento, el único documento escrito es el artículo escrito por Leonardo Guzmán.

“Mediante pacientes investigaciones en el viejo Archivo Parroquial que aún debe existir en Irupana, el año 1903, juntamente con el que fuera Obispo de la Diócesis, Fray Nicolás Armentia, (…) hemos llegado a establecer, sino con exactitud, al menos aproximadamente,  que en 1744 los conquistadores españoles, marqueses de Tagle, Gayoso y Mena, atraídos por las ricas minas de plata descubiertas en los cerros de Lavi, Cerropata, Huequeri y Cieneguillas, han establecido sus primeras viviendas en el lugar hoy llamado Machacamarca, allá en la loma más alta de los cerros San José, Sascuya y La Avanzada, fundándose dos años después, el 25 de julio de 1746, la población con el nombre de Santiago de Irupana, en homenaje al apóstol Santiago”.

Esta revista tuvo una segunda época, en la década de los 50, esta vez dirigida por el reconocido Mario Archondo Mendieta, quien, en la primera –durante la dirección de Leonardo Guzmán- estaba a cargo de la administración de la publicación.

La segunda publicación periódica que tuvo el municipio yungueño fue el boletín “Irupana”, dirigido por José Pabón Oyola, quien era parte del Comité Cívico de la población. Se imprimió de forma mensual entre los años 1984 y 1985. Su lema lo decía todo: “Somos el tábano que mantiene despierto al noble caballo”.

Sus notas son una constante revisión a la falta de atención de las históricas necesidades del centro poblado, tales como el mal servicio del agua potable y el pésimo estado de las carreteras. Pero también se ocupaba de destacar las buenas iniciativas que se desarrollaban en beneficio de la vecindad. Dio su fin a su existencia debido a que ya no había quién provea el stencil para imprimir la hoja oficio en la que se lo imprimía.

Unos años más tarde, en 1990, irrumpe El Mancebao, dirigido por Guimer Zambrana Salas, una publicación en formato tabloide que pretendía ser de periodicidad anual. Su objetivo, según dice en su primer número, es el de “reflejar a Irupana y su vida misma”. Su nombre fue tomado de las chorreras que se encuentran en uno de los costados de la planicie de Churiaca, en los que se bañaban sus pobladores en las épocas en las que las cañerías del pueblo daban más pena que agua. Su lema inicial lo resumía todo: “Irupana desnuda en El Mancebao”.

Sus reportajes tienen un perfil más bien histórico, en los que se destacan hechos sucedidos en la población yungueña, pero también historias de vida de personajes y organizaciones que no pueden pasar desaparecicibidas. La historia acumulada en sus 11 ediciones es un buen resumen de todo lo ocurrido en el municipio, desde los asentamientos prehispánicos de Pasto Grande, hasta el festival de parapentes, hoy conocido como el Irupanapente.

“Me contaron que nació entre los maizales y, aunque perdió su Fe de Bautizo, se dice que fue hace 244 anos. Yo creo que tú también la conoces y la viste bañando su desnudo cuerpo en las chorreras del Mancebao: la llaman IRUPANA”, dice su primer editorial. La publicación continúa vigente, aunque se publica de año en cuando…

miércoles, 5 de mayo de 2021

Ese colegio que llegó en la maleta de un forastero…

Estudiantes y docentes del Colegio 5 de Mayo el año 1974 (Foto: Familia Archondo Molina)

Don Raúl Gómez del Pino llegó a Irupana en 1958 para descansar. Se acababa de jubilar del magisterio y buscaba un lugar para pasar sus últimos años. Pero no podía con su carácter, apenas arribó se dio cuenta de que no existía un colegio secundario y comenzó a trabajar para llenar el vacío: Creó el “Nacional Mixto 5 de Mayo”.

La señora Lidia Arce lo recuerda empeñado en convencer a la gente sobre la necesidad y la posibilidad de contar con un colegio: “Llamó a las autoridades, clubes deportivos, beneméritos y vecindario a una reunión en la que planteó, sólo pedía un local, algunas mesas y sillas, y más que todo la colaboración de personas para desempeñar como profesores”.

Es así que el inquieto educador formó su primer plantel docente con únicamente personas del lugar: el médico del hospital, Dr. Fernando Cárdenas; el odontólogo René Tamayo; el párroco, padre Santiago; la señora Helen Künzel (alemana); los señores Solón Gallo y Lidio Meneses, además de la propia señora Arce, como profesora en Ramas Técnicas y Economía Doméstica.

Las autoridades proporcionaron a don Raúl el local que había sido de propiedad de la Sociedad de Propietarios de Yungas, organización que desapareció con la Reforma Agraria de 1953. La vieja casa donde ahora funciona la oficina de la Policía Boliviana, cerca de la Cooperativa Ukamau.

Los trámites impulsados por el señor Gómez tuvieron resultado en 1962, cuando el Colegio recibió su certificado de nacimiento oficial con el nombre “5 de Mayo”, en homenaje al día de nacimiento de Agustín Aspiazu. Y lo que es más importante, le fueron asignados sus primeros ítems pagados por el Estado.

Por si faltara algo, Raúl Gómez del Pino escribió hasta la letra del Himno al colegio, a la que le puso música el profesor Jaime Gallardo: “Somos hijos de Irupana, este pueblo sin igual, extendido en la montaña y en la vega más ideal”.

Al principio, el colegio formaba sólo hasta el primer curso del ciclo Medio (lo que ahora es el Cuarto de Secundaria), pero en 1974 logró graduar a su primera Promoción de bachilleres. Fue en 1976 que trasladó sus actividades académicas de la vieja e incómoda casona de la calle La Paz a la que ahora tiene en Churiaca.

Debido a su edad, Raúl Gómez del Pino no pudo conocer la nueva infraestructura ni tampoco pudo asistir a la graduación de la Promoción 1978 que llevó su nombre. Como buen maestro, él había sembrado, la cosecha la dejaba para los demás…