Irupana tiene bastante memoria escrita, pero también cuenta con bastante historia en el tintero. Durante su historia tuvo al menos tres publicaciones impresas que han registrado su vida, sin contar con varias publicaciones esporádicas que han sido realizadas por sus pobladores.
Corría 1943, cuando los integrantes del Centro Cultural
Agustín Aspiazu -que reunía a los residentes de Irupana en la ciudad de La Paz-
publicaron la revista “Acción y Progreso”. El medio de comunicación estaba
dirigido por Leonardo Guzmán, quien, en la primera editorial del impreso, deja
claramente establecido que el mismo servirá para hacer campaña por la creación
de la provincia “Agustín Aspiazu”.
Pero además del debate sobre la fundación de la pretendida
jurisdicción provincial –que tenía como capital a Irupana-, la publicación
servía para difundir hechos históricos, además de algunos acontecimientos de
los vecinos de la población de origen.
Es gracias a esta publicación que las nuevas generaciones de
irupaneños e irupaneñas se enteraron de
la hipótesis que asegura que nuestra población fue fundada el 25 de julio de
1746. Nadie de los actuales pobladores conoce el certificado de nacimiento, el
único documento escrito es el artículo escrito por Leonardo Guzmán.
“Mediante pacientes investigaciones en el viejo Archivo
Parroquial que aún debe existir en Irupana, el año 1903, juntamente con el que
fuera Obispo de la Diócesis, Fray Nicolás Armentia, (…) hemos llegado a
establecer, sino con exactitud, al menos aproximadamente, que en 1744 los conquistadores españoles,
marqueses de Tagle, Gayoso y Mena, atraídos por las ricas minas de plata
descubiertas en los cerros de Lavi, Cerropata, Huequeri y Cieneguillas, han establecido
sus primeras viviendas en el lugar hoy llamado Machacamarca, allá en la loma
más alta de los cerros San José, Sascuya y La Avanzada, fundándose dos años
después, el 25 de julio de 1746, la población con el nombre de Santiago de
Irupana, en homenaje al apóstol Santiago”.
Esta revista tuvo una segunda época, en la década de los 50,
esta vez dirigida por el reconocido Mario Archondo Mendieta, quien, en la
primera –durante la dirección de Leonardo Guzmán- estaba a cargo de la
administración de la publicación.
La segunda publicación periódica que tuvo el municipio
yungueño fue el boletín “Irupana”, dirigido por José Pabón Oyola, quien era
parte del Comité Cívico de la población. Se imprimió de forma mensual entre los
años 1984 y 1985. Su lema lo decía todo: “Somos el tábano que mantiene despierto
al noble caballo”.
Sus notas son una constante revisión a la falta de atención
de las históricas necesidades del centro poblado, tales como el mal servicio
del agua potable y el pésimo estado de las carreteras. Pero también se ocupaba
de destacar las buenas iniciativas que se desarrollaban en beneficio de la
vecindad. Dio su fin a su existencia debido a que ya no había quién provea el
stencil para imprimir la hoja oficio en la que se lo imprimía.
Unos años más tarde, en 1990, irrumpe El Mancebao, dirigido
por Guimer Zambrana Salas, una publicación en formato tabloide que pretendía
ser de periodicidad anual. Su objetivo, según dice en su primer número, es el
de “reflejar a Irupana y su vida misma”. Su nombre fue tomado de las chorreras
que se encuentran en uno de los costados de la planicie de Churiaca, en los que
se bañaban sus pobladores en las épocas en las que las cañerías del pueblo
daban más pena que agua. Su lema inicial lo resumía todo: “Irupana desnuda en
El Mancebao”.
Sus reportajes tienen un perfil más bien histórico, en los
que se destacan hechos sucedidos en la población yungueña, pero también
historias de vida de personajes y organizaciones que no pueden pasar
desaparecicibidas. La historia acumulada en sus 11 ediciones es un buen resumen
de todo lo ocurrido en el municipio, desde los asentamientos prehispánicos de
Pasto Grande, hasta el festival de parapentes, hoy conocido como el
Irupanapente.
“Me contaron que nació entre los maizales y, aunque perdió
su Fe de Bautizo, se dice que fue hace 244 anos. Yo creo que tú también la
conoces y la viste bañando su desnudo cuerpo en las chorreras del Mancebao: la
llaman IRUPANA”, dice su primer editorial. La publicación continúa vigente,
aunque se publica de año en cuando…