miércoles, 30 de marzo de 2011

250 años de risas y miedos


- “¿Dice que vamos a cumplir 250 años, no?".

- "No creo. Deben ser más, porque, si mal no recuerdo, el día en que han llegado los españoles, justo me he cruzado con ellos bajando Calabatea...”

Ni los 250 años de Irupana se libraron de los chistes de sus pobladores. Es gente que vive para reírse de la vida cotidiana, sus logros, frustraciones y rivalidades. Todo es susceptible de risa, pero también de miedo. Ahí se quedaron a vivir las almas, bultos, aparecidos, condenados y tomatetas, que viven en los ríos y se pasean por las calles y campos en las noches de luna.

El reino de los apodos

Nadie que haya nacido o viva en Irupana puede negar que tiene al menos un apodo. Cuentan que el ex alcalde de La Paz, el ocobayeño Armando Escobar Uría (+), pasaba "volando" por Irupana. Un irupaneño le preguntó por qué, a lo que respondió: "Paso como relámpago para evitar que me pongan algún apodo”. Desde entonces el apodo del Gral. Escobar en Irupana es “Relámpago”.

Apodos los hay para todos los gustos. Toda una orquesta: Doña Guitarra, la Trompeta y la Bombo. Los animales: osos, perros, gatos, loros, monos, cututus y k’ara gallos. Y también hay de los otros: La Q’encha, la Pendeja, la Muda, la Bicicleta, por sólo citar algunos.

El reino de los chistes

Dicen que no hay flojo sin suerte. Aquel día llegó a su chaco con un desgano increíble. Debería comenzar a desyerbar un cato para sembrar maíz. Tenía tanta flojera que lo primero que hizo fue recostarse en las sombras de un árbol dé sik'ili.

Cuando despertó, se dio cuenta que con igual o mayor desidia dormía una inmensa boa. Se acercó sin hacer ruido y le agarró de la cabeza, con todas sus fuerzas. La víbora empezó a coletear desesperadamente, logrando desyerbar media hectárea en menos de una hora.

Los chistes irupaneños son básicamente anécdotas o hechos reales cargados de exageración. Cuentan que un día se fue a las tres de la madrugada a recoger su caballo, que había dormido en el monte. Llegó al lugar, ensilló al animal, lo montó y se dirigió a su chaco, Cuando aclaró el día se dio cuenta que montaba un tigre.

Y los chistes no sólo se originan en la actividad agrícola, sino también en las calles de la población. Un viejito precavido, que quedó sólo por los avatares del destino, decidió encargar en vida la construcción de su ataúd.

El carpintero lo invitó a recostarse en una banca para tomarle las medidas y le preguntó si no deseaba, además del cajón, que se lo haga la cruz para su tumba. El viejito asintió, a lo que el carpintero respondió: "Pero me va avisar, pues, con tiempito el día de su muerte, para anotar la fecha en su cruz".

Y no es que los chistes sean sólo de los viejos. Los hay también de los modernos. Un vecino llevaba a una amiga en su motocicleta. Cuentan que era tal el peso de los dos ocupantes del vehículo, que se comenzaron a caer algunos tornillos. Al oír el ruido la muchacha solicitó: "Para, por favor, parece que se ha caído mi T de cobre".

Chistes hasta para exportar

El más chistoso de Chulumani fue un irupaneño. Quién no recuerda en la capital de Sud Yungas al “Loro' Pabón. Cuentan que se encontró un día con una señora que fue a comprar huevos: "¿Dónde has ido, pues, hija?, preguntó. “A agarrar huevos, don Loro, pero bien caros habían estado", fue la respuesta. A lo que replicó: "Pero deberías venir, pues, a la casa, yo te hacía agarrar gratis".

Pero la fama de los irupaneños va mucho más alla. El “Salamanca” Rocabado era la delicia de los excombatientes que se reunían en la Plaza Murillo de la ciudad de la Paz. Decía que en la guerra del Chaco jamás sacó la cabeza de la trinchera y que a los paraguayos les disparaba "con colgaditas".

El reino de los miedos

Debió ser la una de la mañana, de aquella noche de luna, en que ella pasaba por el Arco de la Virgen de Dolores. Sintió que alguien la miraba, se dio la vuelta y el escalofrío se apoderó de su cuerpo. Era una inmensa sombra que crecía y decrecía. Comenzó a correr, pero sintió que el 'bulto' la perseguía. Llegó a su casa, afectada por una hemorragia nasal que fue difícil de controlar.

No hay irupaneño que no sepa de algún cuento de condenados, aparecidos, bultos o tomatetas. Se dice que ellos viven en las 'jalanchas' (caídas de agua) por las que no se debe pasar en determinadas horas del día.

Los 'condenados' son aquellos que murieron, pero regresaron a la tierra a terminar de pagar sus culpas. Los 'bultos' son más bien sombras, mientras que las 'tomatetas' son mujeres muy hermosas que te ofrecen sus beldades femeninas hasta meterte al barranco.

Sin embargo, ellos tampoco se libran de la alegría de la festividad del 5 de agosto. Son representados en la danza de los 'loco pallapallas', en señal de adoración a la patrona del pueblo, la Virgen de las Nieves. Los 'loco pallapallas' dejan sus disfraces y zampoñas en las 'jalanchas' para que aparecidos y tomatetas se apropien de ellos.

Irupana cumplió, el pasado 25 de julio, los 250 años de su fundación. La fecha fue festejada por los irupaneños, pero también por los condenados, aparecidos, bultos y tomatetas que conviven con ellos.

Irupana, agosto de 1997

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