jueves, 24 de febrero de 2011

La República independiente de Irupana


Profesores y médicos eran pagados por la Junta Municipal. Todas las obras las financiaba el propio pueblo, con los impuestos que recaudaba y con aportes voluntarios de sus vecinos. El hoy "omnipotente" Estado centralizado aportaba con mucho menos de lo que recibía por la producción agrícola de la zona.

"Si hasta 1932 parecía República independiente", dice Julio Pérez, uno de los antiguos vecinos de esta población yungueña. Es por ello que hablar de Participación Popular o descentralización educativa, no es novedad en Irupana.

La educación y la salud

Tanto profesores como médicos, que trabajaban en la población, eran pagados por el Tesoro Municipal. El único que recibía subvención estatal era el maestro de la escuela diurna, el cual recibía un “aporte fiscal” y otro municipal. El maestro de la escuela nocturna y el médico eran pagados completamente por la Junta.

Este hecho daba total autoridad a los representantes municipales, quienes intervenían cotidianamente en estos dos importantes campos. Los munícipes -miembros de la Junta Municipal- establecían un turno de visitas a la escuela para garantizar aprendizaje de los niños. Los viejos recuerdan que de niños daban los exámenes frente a un jurado, compuesto precisamente por los munícipes.

Si el maestro o el médico no cumplían con su trabajo, la Junta Municipal los reemplazaba por quienes consideraba aptos para ocupar esos cargos.

Luz y agua

La atención de la salud y la educación no resultaba incompatible con la atención de servicios tales como el agua y el alumbrado público. El primero llegaba a la población gracias a un sistema de tejas, fabricadas por la propia Junta Municipal en Churiaca. Existían por lo menos seis "chorreras" de abastecimiento del líquido para la población, atendidas en su limpieza, de forma escrupulosa, por el personal del municipio.

El alumbrado público, antes de la llegada de la energía eléctrica, tenía un sistema de lámparas o faroles en cada una de las esquinas de las calles de la población. Julio Pérez recuerda que los empleados municipales recorrían diariamente toda la población, con su galón de combustible, para cargar las lámparas y encenderlas: "Le ponían el combustible justo para que alumbren hasta las seis de la mañana".

Obras públicas

Irupana no tenía en esas épocas la "mano estirada" para mendigar obras de Cordepaz u otras instituciones gubernamentales o extranjeras. Su Tesoro Municipal tenía la capacidad económica para financiar sus obras, y ,cuando esta era insuficiente, estaba presente el aporte de los vecinos.

Una de las obras que más se recuerda, es la instalación de la planta generadora de energía eléctrica. Para la instalación de la misma se tuvo que recurrir a los aportes de cada uno de los vecinos de la población, debido a que el municipio no tenía la capacidad suficiente para cubrir ese gasto.

Hasta entonces, Irupana compraba energía eléctrica de Chulumani. Julio Pérez recuerda que los irupaneños decidieron instalar su propio generador debido a que los chulumaneños les cortaban la energía justo el día de la víspera de la fiesta patronal de Santiago.

Los caminos, en ese entonces de herradura, eran abiertos por las comunidades campesinas que, presionadas por el Corregidor, realizaban incluso su mantenimiento constante.

Los ingresos

El principal ingreso de la Junta Municipal de Irupana era el impuesto al alcohol. Las plantas de producción de Cañamina y La Plazuela pagaban de 30 a 50 centavos por el pase de cada carga del producto. Semanalmente salían recuas de mas de 60 mulas, con rumbo a la ciudad de La Paz.

Otro ingreso importante era por la elaboración de chicha. El municipio cobraba a los tambos por la elaboración de cada "viaje", el que consistía en tres tinas de chicha elaborada. En este mismo rubro, se cobraba por el ingreso del "muco" de maíz, para la elaboración de chicha, que llegaba desde Independencia, provincia Ayopaya, del Departamento de Cochabamba.

Recibía también la coparticipación por los impuestos que cobraba la Aduana Agropecuaria, al transporte de la hoja de coca y otros productos agrícolas. El Catastro Urbano, hoy uno de los principales ingresos de los municipios, era el impuesto más barato, según se recuerda.

El "q'ala boleto" logro empedrar todas las calles de la población. Esta disposición obligaba a las recuas que transportaban alcohol y chicha a traer ocho piedras pequeñas en cada una de las mulas, las cuales eran exigidas al ingresar a la población.

“Repúblicas independientes”

Todos estos ingresos convertían a los municipios provinciales en verdaderos gobiernos autónomos. Revisando la historia encontramos que proceso como la Descentralización o la ahora denominada Participación Popular estuvieron, de alguna forma, vigentes en las capitales provinciales del país.

Es cierto que hoy la historia tiene otros protagonistas sociales, como los indígenas, que en esa época eran una especie

de invitados de piedra. Los municipios no tienen la capacidad económica de entonces, debido a que las recaudaciones impositivas fueron centralizadas en la Dirección de Impuestos Internos, que cede parte de esos ingresos, pero no la totalidad como en esa época. El Decreto Supremo 21060 ha quitado a los gobiernos municipales la posibilidad de crear impuestos o retenes de control.

También es evidente que nuestros pueblos bajaron su capacidad productiva por la afectada fertilidad de los suelos. Son menos los pobladores debido al fuerte proceso migratorio y en consecuencia la capacidad económica es menor que hace 60 años.

Los viejos no recuerdan cuando, con exactitud, desapareció el mencionado sistema administrativo, pero aseguran que cuando volvieron de la Guerra del Chaco ya nada era igual.

La nueva Ley de Participación Popular puede ser el reinicio de algo que funcionó y que hoy podría volver a funcionar con nuevos actores sociales y en un nuevo contexto. No es perfecta, pero, a pesar de ello, abre resquicios que las provincias deberían aprovechar.

Irupana, agosto de 1994

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