martes, 15 de febrero de 2011

El diputado traicionado


El diputado irupaneño Fermín Merisalde admiró a Agustín Morales al igual que el país en su conjunto. El militar había derrocado al dictador Mariano Melgarejo el 15 de enero de 1871, acción por la que era considerado héroe nacional.

Merisalde era enemigo declarado de Melgarejo, en cuyo régimen había caído preso. Es así que entre 1864 y 1871 se vio obligado a recluirse en su natal Irupana, donde desarrollaba su profesión de maestro y se dedicaba a la agricultura.

Tras enterarse de la victoria de Morales sobre el tirano en La Paz, decidió tirar a un lado el azadón para alzar pluma y papel, y escribir un acróstico en homenaje al vencedor.

Luego de escribir semejante loa, montó la mula y se fue hacia la ciudad del Illimani con el objetivo de postularse a diputado por la región yungueña para el proceso que se avecinaba.

Así fue. Entró en competencia. Durante su campaña se comprometía a velar por los intereses de los Yungas, región a la que consideraba rica en recursos, pero pobre en beneficios.

«Desde niño he oído decir que el departamento de La Paz es la vaca lechera de Bolivia. Desde niño he oído decir también que la provincia de Yungas es la vaca lechera del departamento de La Paz. Yo no acepto esos dichos vulgares. Pero lo que menos acepto es que los gobiernos se beban toda la leche. Gracias al 15 de enero entramos a una nueva era. Debe regenerarse la patria», decía su arenga electoral.

A sus 48 años, Fermín Merisalde fue elegido diputado por la provincia Yungas, con personajes de la talla de Tomás Frías, Daniel Calvo y Evaristo Valle.

Pero la decepción vendría de inmediato. El 18 de junio de 1871 se instala la Asamblea Nacional. Agustín Morales sorprendió a toda la concurrencia al renunciar a la Presidencia de la República, cuya elección se daba por descontada. .

«Solicito el nombramiento de otro ciudadano más idóneo que yo, porque estoy compensado con usura al ver libres a mis compatriotas y al presenciar que hoy Bolivia ha comenzado a ocupar su asiento entre los pueblos civilizados”, dijo Morales para luego retirarse del lugar.

De inmediato la Asamblea Nacional se dividió entre quienes planteaban aceptar la dimisión y los que pedían rechazarla. Merisalde creía que había que acceder al pedido, pues el militar deseaba restituirse al «hogar doméstico».

El debate se prolongó hasta el día siguiente. La mayoría de los asambleístas votó por la aceptación del pedido de Morales. Pero la solicitud del militar no era sincera. Renunció pensando que seria rechazada. Impaciente, irrumpió violentamente en la Asamblea Nacional para retirar su dimisión.

«¡Nada de secretos aquí, cobardes! Yo –golpeándose el pecho-, el vencedor del 15 de enero, no os he reunido aquí para que ociosamente estéis ocupándose de mi persona, miserables, sino para que os ocupéis de dar pan al pueblo, como yo he de darle aguardiente y chicha con 100 pesos que ayer saqué del tesoro. ¿Mi renuncia, eh? ¡Mi renuncia, la retiro!».

El relato corresponde al propio diputado Merisalde, quien puso letras a su decepción cuando se encontraba en el exilio, en Jujuy, Argentina. El documento fue recogido por el historiador Raúl de la Quintana Condarco y publicado en la revista Enfoques, en noviembre de 1992.

«La Asamblea le recibió y permaneció en pie. Balbuceante empezó a leer Su Excelencia el Mensaje, el cual parecía querer escapársele de las manos que temblaban de una manera extraordinaria. Era que la conciencia protestaba contra la hipocresía de las palabras: Que Dios advertía a la Asamblea que el Mensaje era una solemne mentira», relató el parlamentario yungueño.

Morales gobernó el país hasta el 26 de noviembre de 1872, día en el que fue herido de muerte por su propio sobrino, Federico Lafaye.

La historia de Fermín Merisalde se pierde durante el exilio en tierra argentina. Se especulaque retornó a Bolivia y a su natal Irupana, donde habría fallecido en 1889, a la edad de 66 años. La calle más larga del centro poblado -desde la Plazuelita hasta una cuadra antes de Churiaca- lleva su nombre, aunque las nuevas generaciones de irupaneños nunca supimos bien por qué.

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