Israel y Lidio no riman, ni de lejos. Israel te inscribieron, pero Lidio te bautizaron. Quizá así, pero de ello se enteró recién a sus 18 años, cuando debía de presentarse al cuartel. Su certificado lo decía: Israel Ramírez Soca. Hasta entonces era Lidio, porque ese era el nombre con el que su madrina le inscribió a la escuela. ¿Cuál derecho a la identidad?
Cursó hasta segundo intermedio en Irupana y luego abandonó el colegio. Se convirtió en un analfabeto funcional. La escuela y el colegio le enseñaron a leer y a escribir, pero no le dijeron nada sobre la manera de explotar esos instrumentos. ¿Cuál derecho a la educación?
La dura situación económica y la esperanza lo empujaron a la frontera, la cruzó, llegó a Buenos Aires, Argentina. Se empleó en un taller de costura, había que hilvanar un mejor futuro. ¿Cuál derecho al bienestar?
Se empleó en una Óptica y fue mejorando su visión: Se dio cuenta de que había que mejorar su nivel educativo y que había que comenzar de cero. Todo estaba en contra: la edad, los horarios de trabajo, el país extraño, en fin. ¡Que viva el derecho a soñar!
Venció la Primaria en un año, la Secundaria en cinco. Luego comenzó el pregrado. Hoy está a punto de terminar la carrera de Periodismo en la Universidad de las Madres de la Plaza de Mayo. ¡Que viva el derecho a realizarse!
Descubrió su vertiente literaria. La poesía se convirtió en la válvula de escape de la melancolía que llevaba dentro: el sonido de las aguas del río La Planta al deslizarse por las faldas de su comunidad, el olor a coca fresca al recoger el mat’u, a mandarina recién quitada del árbol y esas noches a cielo abierto cuando, echado en el cachi, contemplaba a las luciérnagas gastar la vida en el intento de disputarles el espectáculo a las estrellas. ¡Que viva el derecho a escribir!
Los reconocimientos “chapiñaron” rápido. Obtuvo el primer lugar en un concurso de poesía del periódico Vocero Boliviano, sus obras están en las antologías “Paraísos Azules” (Editorial Edwin) y “Sol de Verano” (Editorial Cathedra), mientras que su autobiografía ha sido incluida en “Historias de vida de inmigrantes bolivianos” (Editorial Edwin). Está a punto de entrar en la imprenta su libro de poesía y otro de cuento. ¡Qué viva el derecho a ser aplaudido!
MATICUNI
Por: Israel Ramírez Soca
¡Oh! Maticuni de mis albores
Ahí entre tus cerros de coca y pajonales,
Donde el manantial resuena en tus umbrales
Se atesoran mis recuerdos en mil colores
Jamás olvidaré aquellos felices días
Cuando la aurora se filtraba acompañada
Con la risa del Uchi cantor y sus melodías
En el crepúsculo de tu hermosa alborada
La picota, el hacha, el machete, la chonta y la merienda
Monótonas horas de senderos transcurrían
Y en el trajín con la tierra sudorosa se escurrían
Bajo el abrigo del Siquili, de la carpa o la contienda
Tus noches, ay...tus mágicas noches...
Engalanada con el fulgor de la bella Irupana
Alimentaban con sus titilantes derroches
Mis caprichitos a la cautivante Chicaloma
En donde la saya: En mil versos febriles
Se encandilan con el Sicuri y el Moseño
En un solo abrazo fraterno y yungueño
En la diversidad de su paraíso y sus cocales
¡Oh! Maticuni de mis amores
Testigo mudo de mis tiernas pasiones
Tú sola sabes las fantasías de mis albores
Que aún palpitan avivando infinitas ilusiones
Tus sábados, ¡ay tus benditos sábados!
Rufino, Javier, César y yo, invadíamos Irupana
Donde la urbe de bellas ninfas se engalana.
Desafíos que aún revuelan en mis recuerdos
Jamás olvido el brillo de aquellos ojitos
Ni la hermosura de tantas bellezas que aún ansío
Ni los arrullos que nos estremecían juntitos
Embriagados de pétalos, estambre y rocío
¡Oh! Maticuni de esperanzas y azahares
Refugio eterno de mis padres benditos
Y amante fiel del sustento de mis ancestros
Tú, tú solo conoces todos mis pesares
Noches enteras en la vera del camino
O acurrucado en mi Cachi en tus ocasos
Solitario deshojaba mi incierto destino
Anhelando el azar de horizontes lejanos
Hoy no puedo ver tus paisajes ni tocarte
Pero cerrando mis ojos puedo acariciante
En un verde vergel florido y arrogante
Que mis versos se empeñan en describirte
Tú continuarás erguido por el amor de tu gente
Orgulloso extendido desde Imanacu hasta tus montes
Yo llevaré siempre tu nombre en mi pecho latente
Y te escribiré versos desde lejanos horizontes.
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