lunes, 21 de febrero de 2011

El poeta de Maticuni


Israel y Lidio no riman, ni de lejos. Israel te inscribieron, pero Lidio te bautizaron. Quizá así, pero de ello se enteró recién a sus 18 años, cuando debía de presentarse al cuartel. Su certificado lo decía: Israel Ramírez Soca. Hasta entonces era Lidio, porque ese era el nombre con el que su madrina le inscribió a la escuela. ¿Cuál derecho a la identidad?

Cursó hasta segundo intermedio en Irupana y luego abandonó el colegio. Se convirtió en un analfabeto funcional. La escuela y el colegio le enseñaron a leer y a escribir, pero no le dijeron nada sobre la manera de explotar esos instrumentos. ¿Cuál derecho a la educación?

La dura situación económica y la esperanza lo empujaron a la frontera, la cruzó, llegó a Buenos Aires, Argentina. Se empleó en un taller de costura, había que hilvanar un mejor futuro. ¿Cuál derecho al bienestar?

Se empleó en una Óptica y fue mejorando su visión: Se dio cuenta de que había que mejorar su nivel educativo y que había que comenzar de cero. Todo estaba en contra: la edad, los horarios de trabajo, el país extraño, en fin. ¡Que viva el derecho a soñar!

Venció la Primaria en un año, la Secundaria en cinco. Luego comenzó el pregrado. Hoy está a punto de terminar la carrera de Periodismo en la Universidad de las Madres de la Plaza de Mayo. ¡Que viva el derecho a realizarse!

Descubrió su vertiente literaria. La poesía se convirtió en la válvula de escape de la melancolía que llevaba dentro: el sonido de las aguas del río La Planta al deslizarse por las faldas de su comunidad, el olor a coca fresca al recoger el mat’u, a mandarina recién quitada del árbol y esas noches a cielo abierto cuando, echado en el cachi, contemplaba a las luciérnagas gastar la vida en el intento de disputarles el espectáculo a las estrellas. ¡Que viva el derecho a escribir!

Los reconocimientos “chapiñaron” rápido. Obtuvo el primer lugar en un concurso de poesía del periódico Vocero Boliviano, sus obras están en las antologías “Paraísos Azules” (Editorial Edwin) y “Sol de Verano” (Editorial Cathedra), mientras que su autobiografía ha sido incluida en “Historias de vida de inmigrantes bolivianos” (Editorial Edwin). Está a punto de entrar en la imprenta su libro de poesía y otro de cuento. ¡Qué viva el derecho a ser aplaudido!

MATICUNI

Por: Israel Ramírez Soca

¡Oh! Maticuni de mis albores

Ahí entre tus cerros de coca y pajonales,

Donde el manantial resuena en tus umbrales

Se atesoran mis recuerdos en mil colores


Jamás olvidaré aquellos felices días

Cuando la aurora se filtraba acompañada

Con la risa del Uchi cantor y sus melodías

En el crepúsculo de tu hermosa alborada


La picota, el hacha, el machete, la chonta y la merienda

Monótonas horas de senderos transcurrían

Y en el trajín con la tierra sudorosa se escurrían

Bajo el abrigo del Siquili, de la carpa o la contienda


Tus noches, ay...tus mágicas noches...

Engalanada con el fulgor de la bella Irupana

Alimentaban con sus titilantes derroches

Mis caprichitos a la cautivante Chicaloma

En donde la saya: En mil versos febriles

Se encandilan con el Sicuri y el Moseño

En un solo abrazo fraterno y yungueño

En la diversidad de su paraíso y sus cocales


¡Oh! Maticuni de mis amores

Testigo mudo de mis tiernas pasiones

Tú sola sabes las fantasías de mis albores

Que aún palpitan avivando infinitas ilusiones


Tus sábados, ¡ay tus benditos sábados!

Rufino, Javier, César y yo, invadíamos Irupana

Donde la urbe de bellas ninfas se engalana.

Desafíos que aún revuelan en mis recuerdos


Jamás olvido el brillo de aquellos ojitos

Ni la hermosura de tantas bellezas que aún ansío

Ni los arrullos que nos estremecían juntitos

Embriagados de pétalos, estambre y rocío


¡Oh! Maticuni de esperanzas y azahares

Refugio eterno de mis padres benditos

Y amante fiel del sustento de mis ancestros

Tú, tú solo conoces todos mis pesares


Noches enteras en la vera del camino

O acurrucado en mi Cachi en tus ocasos

Solitario deshojaba mi incierto destino

Anhelando el azar de horizontes lejanos


Hoy no puedo ver tus paisajes ni tocarte

Pero cerrando mis ojos puedo acariciante

En un verde vergel florido y arrogante

Que mis versos se empeñan en describirte


Tú continuarás erguido por el amor de tu gente

Orgulloso extendido desde Imanacu hasta tus montes

Yo llevaré siempre tu nombre en mi pecho latente

Y te escribiré versos desde lejanos horizontes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario