lunes, 15 de noviembre de 2010

Sangre irupaneña para el muralismo boliviano


“Vas a morirte de hambre”. La sentencia del Director Distrital de Educación fue lapidaria cuando Vico Patana, entonces en Cuarto Medio, dijo que iba a estudiar Arte. Sus compañeros de curso habían elegido Derecho, Ingeniería o Economía, para beneplácito de la autoridad educativa. Pero mientras muchos de ellos murieron en el intento, el joven estudiante irupaneño es hoy un reconocido escultor.

Y no es que Vico Patana haya mostrado grandes aptitudes artísticas desde la escuela, todo lo contrario. Pagaba a su amigo Miguel Ángel Flores para que le dibuje los trabajos de la escuela, y fue al desquite en Artes Plásticas, cuando cursaba Tercero Intermedio.

Pero él recuerda que, desde niño, miraba la naturaleza con una sensibilidad distinta. Le llamaban la atención sus colores y formas, detalles que los otros no percibían. Era eso lo que le hacía asegurar que estudiaría Artes, pese a que sus manos aún no habían dado ni atisbos de su verdadero potencial.

Vico Patana tuvo que ir hasta Tupiza, en Potosí, para encontrar el cauce de su vida. Había terminado el cuartel y no quería volver a Irupana, no estaba en el camino de su búsqueda. Un tío lo invitó a buscar fortuna en esa ciudad potosina, pero él fue atraído por su cercanía con Argentina. Felizmente se tropezó con la Escuela de Bellas Artes que funciona en el lugar. Se inscribió, pasó clases un año, pero los docentes le hicieron notar que estaba en el lugar equivocado, que debería estar en La Paz, en la Facultad de Artes de la Universidad Mayor de San Andrés.

No le costó mucho vencer los siempre complicados cursos prefacultativos y comenzó su carrera universitaria. No fue fácil, como no lo es para una gran parte de los estudiantes yungueños. Sus papás apoyaban con la encomienda semanal: plátano, gualusa y hasta tomate. Su buen rendimiento le permitió postular, el segundo año, a la beca comedor, y desde el cuarto se hizo cargo de una ayudantía. Para entonces, ya sus manos habían comenzado a liberar toda la carga creativa que retenían.

Llegó el momento de elegir la especialidad. Eligió Pintura, pese a que su docente estaba seguro de sus aptitudes para la Escultura. “Recuerdo que incluso me votaba de sus clases, pero yo estaba empeñado en demostrarle que podía para la pintura”. El maestro no estaba equivocado, las manos de Vico Patana estaban hechas para modelar la pasta.

Aunque él también se siente capacitado para la pintura, tiene varias obras realizadas, pero es la escultura la que le da mayores satisfacciones. “La gente me contrata para hacer murales, debe ser que reconoce mi potencial en ese campo”, concluye.

La última obra realizada bajo la dirección de Vico Patana es gigantesca: es un mural de 200 metros cuadrados, que ha sido trabajado por encargo para el altar del nuevo templo que tiene la Iglesia de Radio Sol, en la ciudad de La Paz. Sólo el rostro de Jesucristo mide un metro y medio. Este trabajo –el más grande mural cerámico que al momento existe en el país- fue realizado en forma conjunta con dos de los estudiantes a los que apoyaba como ayudante en la UMSA. Él comenta que cuando le mostraron la pared en la que debía ser empotrado, le entró algo de temor. “Pero siempre me propuse trabajar para sorprenderme a mi mismo, así que asumimos el desafío. Si nosotros no lo hacíamos, lo hacían otros. Entonces, debíamos hacerlo nosotros”.

También ha participado en la construcción de dos murales que están instalados en las principales plazas de la ciudad de Yacuiba, límite con Argentina. En Pocitos, en plena línea fronteriza, trabajó dos esculturas que también se encuentran instaladas en lugares públicos.

En Bolivia, el principal referente del mural escultórico es el cruceño Lorgio Vaca. A sus treinta años, Vico Patana ha comenzado a amasar la escultura de su vida artística. Sus padres, Elvira y Feliciano, están contentos. “Se sienten satisfechos de que haya salido y me haya establecido, y trabaje por mis propios medios”. Felizmente, se aplazó aquel agorero Director Distrital de Educación que predijo su muerte si escogía el camino del arte.

Un mural que se mantiene en silencio

Vico Patana trabajó para su tesis un mural sobre Irupana. En ella representa la historia y tradiciones del municipio, además de su empuje para alcanzar el desarrollo. Pese a su intención de empotrar su trabajo en las afueras de la escuela en la que se formó –la Agustín Aspiazu- no encontró apoyo en las autoridades del lugar.

“La intención está ahí, es una obra que ahora está callada. Falta mostrarla, emplazarla y va a hablar, quizá hasta va a gritar”, comenta impotente el artista irupaneño, que sueña con entregar su trabajo al pueblo que le vio nacer y crecer.

Él habló con el actual alcalde de la localidad –durante su anterior gestión- y también con los dirigentes de la Corporación Agropecuaria Campesina Irupana. Sólo pedía la construcción de una pared de concreto y cubrir el costo del transporte de la obra. Sigue esperando la llamada telefónica prometida.

Por el contrario, acaban de llamarle nuevamente desde la ciudad de Yacuiba, donde quieren que construya otra de sus obras para embellecer las plazas de la localidad fronteriza. Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero Vico tiene todo para serlo…

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