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Churiaca, el lugar ideal para el aterrizaje del parapente |
Los niños y niñas de Irupana han
puesto a volar en su cielo una nueva ave: el parapente. Lo descubrió una
profesora que encargó a sus estudiantes dibujar el paisaje de aquel poblado de
la región yungueña del departamento de La Paz.
Entre gallinazos, loros y gaviotas, alumnos y alumnas
incluyeron la figura de los paracaídas que hace cuatro años irrumpieron en el
lugar.
Fue el joven irupaneño Ángel
Pardo quien tuvo la idea de conquistar el cielo yungueño. En la zona le dicen
“Pato”, pero nadie imaginó que algún día extendería sus alas y haría honor al
apodo. La noticia apareció como chisme en el pequeño poblado: “¿Dice que el
‘Pato loco’ está volando en Cerropata?, qué nomás estará fumando”. Ángel había
comenzado a realizar sus primeras prácticas en una colina cercana.
Desde muy niño, Jaime Cuevas
soñaba que volaba sobre Irupana. Es sobrino del héroe de la aviación boliviana,
Rafael Pabón Cuevas. Consecuente con la herencia filial y el sueño de volar
ingresó a la Fuerza Aérea ,
de la que actualmente es oficial. Estaba destinado a ser el acompañante de
Ángel Pardo en la aventura.
Levantaron vuelo en julio de
2003. Los pobladores del lugar no lo podían creer. Un pedazo de tela había
permitido que el hombre comience a disputar el espacio destinado a las aves. La
novedad era la comidilla del día entre recogedores de naranjas y cosechadoras
de hojas de coca.
Los vuelos son el disfrute total
para los deportistas, el problema es volver a poner los pies sobre la tierra.
Jaime y Ángel tuvieron verdaderos “arborizajes” y “aporrizajes” en lugar de
aterrizajes. Las copas de los árboles y hasta el techo de un quiosco cercano al
área de llegada les dieron la dura bienvenida al momento de concluir el vuelo.
Sus cicatrices hablan de lo duros que resultaron los primeros aleteos.
Las noticias vuelan, más rápido aún
en parapente. Deportistas de distintas partes del país se anoticiaron de las
extraordinarias condiciones de vuelo de Irupana y comenzaron a arribar al
lugar. Una primera delegación extranjera, que volaba por la región andina
–desde Venezuela hasta Chile-, la incluyó en su periplo. “Irupana se encuentra
en los pendientes orientales de los Andes bolivianos, en los fértiles Yungas.
Una zona de vuelo fantástica. A partir de La Paz , seis horas en bus sobre carreteras a veces
un poco espantosas. Aquí comienza la selva del Amazonas”, registró el
estadounidense Dylan Neyme, en su carta de viaje.
Ángel y Jaime no se quedaron de
alas cruzadas. En julio de 2004 organizaron el Primer Festival del Aire “Rafael
Pabón Cuevas”, el cual reunió a deportistas de diversas regiones del país y del
extranjero. 25 parapentistas llegaron con las velas sobre sus espaldas y el
deseo de surcar un nuevo cielo. Desde entonces la cita anual está marcada en su
agenda. Retornan al lugar el fin de semana más cercano al aniversario de
fundación de Santiago de Irupana, el 25 de julio.
Y es que son las condiciones
topográficas las que han hecho de este municipio una extraordinaria zona de
vuelo. No en vano la palabra “parapente” viene de las palabras francesas
parachute: paracaídas y pente: pendiente. La región yungueña tiene pendientes
por doquier, pues se encuentra en medio de la abrupta caída entre la Cordillera Oriental
y el llano amazónico. Las escasas en la zona son las planicies e Irupana es la
excepción. El campo deportivo y de camping de Churiaca es un verdadero respiro en
medio de la accidentada geografía yungueña. Los parapentistas despegan de la
pista de Yanata, una montaña aledaña al poblado, y aterrizan sobre el césped de
la mencionada planicie.
Irupana es tierra de larga
historia. La fortaleza agrícola de Pasto Grande –que se encuentra en el
municipio- es la prueba más importante de la presencia de las culturas Tiwanaku
e Inca en la región yungueña. Las ruinas quedaron en la zona guardando la
historia de la coca y el maíz en el continente.
Los españoles se asentaron en el
lugar enamorados de una de las pocas planicies que dejó la madre naturaleza al
crear la caprichosa región. Fundaron el poblado el 25 de julio de 1746.
Su ubicación la convirtió en un
fortín infranqueable para el ejército realista que combatía a los patriotas que
se encontraban en los alrededores. Se encuentra en medio del territorio que fue
dominado por la
Republiqueta de Ayopaya, durante la Guerra de la Independencia.
Hoy, el municipio es conocido por
su agricultura ecológica y la diversidad de su producción. Cuenta con todos los
pisos ecológicos, desde los 5.000 metros de las faldas del nevado Mururata,
hasta los 800 metros
en que se encuentra La
Plazuela , a orillas del Río La
Paz. Los más de 4.000 metros de caída
permiten a sus habitantes cultivar papa y oca, en las alturas, amaranto en el
valle, además de mangos, naranjas y coca en la zona baja.
Por lo menos dos tercios de sus
habitantes son emigrantes de origen aymara, quienes han poblado la zona desde
la época de la colonia y han seguido llegando hasta la década de los años 80.
Otro grupo importante es el afroboliviano, que fue trasladado en la época
colonial, luego del fracasado experimento de meterlos a los socavones potosinos.
En este municipio se encuentra Chicaloma, la principal población negra de
Bolivia, fiel exponente de la saya. Quechuas cochabambinos y chuquisaqueños
arribaron con mucha fuerza desde el inicio de la República , flujo
migratorio que se detuvo durante la
Guerra del Chaco.
Es este conglomerado humano el
que continúa tejiendo su identidad, al tiempo que busca construir un mejor
futuro. Los campesinos han creado su propia empresa –CORACA Irupana- para
exportar café al mercado europeo. Es también en ese poblado que nació Alimentos
Irupana, un emprendimiento privado que se ha convertido en una de las más
importantes industrias de alimentos orgánicos de Bolivia.
Pero el turismo es la veta que no
terminan de encontrar, pese a sus grandes esfuerzos. En la última época han
sido construidos pequeños hoteles y residenciales, con el objetivo de mejorar
el hospedaje para los todavía escasos y repentinos visitantes. Ellos consideran
que el deporte de los parapentes puede ayudarlos a comenzar a volar alto en la
industria sin chimeneas.
Los pioneros de este deporte creen
que ese es el camino, que es mucho mejor vivir Irupana desde el aire. Así
también lo confirman quienes participan de los festivales anuales de este
deporte y los que llegan al poblado yungueño cualquier fin de semana, con el
objetivo de comprobarlo.
Los niños y niñas del lugar
incluyeron a los parapentes en su cielo imaginario. Los pobladores de la zona
esperan que ocurra lo propio con los potenciales visitantes nacionales y
extranjeros, quieren que, al ver volar cualquier ave, recuerden que Irupana
espera con los brazos abiertos a quienes quieren vivirla con los pies sobre la
tierra… o sobre el aire.
Guimer M. Zambrana S.
El Deber - revista Extra - Agosto de 2006
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