miércoles, 2 de mayo de 2012

Irupana comienza a volar


Churiaca, el lugar ideal para el aterrizaje del parapente

Los niños y niñas de Irupana han puesto a volar en su cielo una nueva ave: el parapente. Lo descubrió una profesora que encargó a sus estudiantes dibujar el paisaje de aquel poblado de la región yungueña del departamento de La Paz. Entre gallinazos, loros y gaviotas, alumnos y alumnas incluyeron la figura de los paracaídas que hace cuatro años irrumpieron en el lugar.
Fue el joven irupaneño Ángel Pardo quien tuvo la idea de conquistar el cielo yungueño. En la zona le dicen “Pato”, pero nadie imaginó que algún día extendería sus alas y haría honor al apodo. La noticia apareció como chisme en el pequeño poblado: “¿Dice que el ‘Pato loco’ está volando en Cerropata?, qué nomás estará fumando”. Ángel había comenzado a realizar sus primeras prácticas en una colina cercana.
Desde muy niño, Jaime Cuevas soñaba que volaba sobre Irupana. Es sobrino del héroe de la aviación boliviana, Rafael Pabón Cuevas. Consecuente con la herencia filial y el sueño de volar ingresó a la Fuerza Aérea, de la que actualmente es oficial. Estaba destinado a ser el acompañante de Ángel Pardo en la aventura.
Levantaron vuelo en julio de 2003. Los pobladores del lugar no lo podían creer. Un pedazo de tela había permitido que el hombre comience a disputar el espacio destinado a las aves. La novedad era la comidilla del día entre recogedores de naranjas y cosechadoras de hojas de coca.
Los vuelos son el disfrute total para los deportistas, el problema es volver a poner los pies sobre la tierra. Jaime y Ángel tuvieron verdaderos “arborizajes” y “aporrizajes” en lugar de aterrizajes. Las copas de los árboles y hasta el techo de un quiosco cercano al área de llegada les dieron la dura bienvenida al momento de concluir el vuelo. Sus cicatrices hablan de lo duros que resultaron los primeros aleteos.
Las noticias vuelan, más rápido aún en parapente. Deportistas de distintas partes del país se anoticiaron de las extraordinarias condiciones de vuelo de Irupana y comenzaron a arribar al lugar. Una primera delegación extranjera, que volaba por la región andina –desde Venezuela hasta Chile-, la incluyó en su periplo. “Irupana se encuentra en los pendientes orientales de los Andes bolivianos, en los fértiles Yungas. Una zona de vuelo fantástica. A partir de La Paz, seis horas en bus sobre carreteras a veces un poco espantosas. Aquí comienza la selva del Amazonas”, registró el estadounidense Dylan Neyme, en su carta de viaje.
Ángel y Jaime no se quedaron de alas cruzadas. En julio de 2004 organizaron el Primer Festival del Aire “Rafael Pabón Cuevas”, el cual reunió a deportistas de diversas regiones del país y del extranjero. 25 parapentistas llegaron con las velas sobre sus espaldas y el deseo de surcar un nuevo cielo. Desde entonces la cita anual está marcada en su agenda. Retornan al lugar el fin de semana más cercano al aniversario de fundación de Santiago de Irupana, el 25 de julio.
Y es que son las condiciones topográficas las que han hecho de este municipio una extraordinaria zona de vuelo. No en vano la palabra “parapente” viene de las palabras francesas parachute: paracaídas y pente: pendiente. La región yungueña tiene pendientes por doquier, pues se encuentra en medio de la abrupta caída entre la Cordillera Oriental y el llano amazónico. Las escasas en la zona son las planicies e Irupana es la excepción. El campo deportivo y de camping de Churiaca es un verdadero respiro en medio de la accidentada geografía yungueña. Los parapentistas despegan de la pista de Yanata, una montaña aledaña al poblado, y aterrizan sobre el césped de la mencionada planicie.
Irupana es tierra de larga historia. La fortaleza agrícola de Pasto Grande –que se encuentra en el municipio- es la prueba más importante de la presencia de las culturas Tiwanaku e Inca en la región yungueña. Las ruinas quedaron en la zona guardando la historia de la coca y el maíz en el continente.
Los españoles se asentaron en el lugar enamorados de una de las pocas planicies que dejó la madre naturaleza al crear la caprichosa región. Fundaron el poblado el 25 de julio de 1746.
Su ubicación la convirtió en un fortín infranqueable para el ejército realista que combatía a los patriotas que se encontraban en los alrededores. Se encuentra en medio del territorio que fue dominado por la Republiqueta de Ayopaya, durante la Guerra de la Independencia.
Hoy, el municipio es conocido por su agricultura ecológica y la diversidad de su producción. Cuenta con todos los pisos ecológicos, desde los 5.000 metros de las faldas del nevado Mururata, hasta los 800 metros en que se encuentra La Plazuela, a orillas del Río La Paz. Los más de 4.000 metros de caída permiten a sus habitantes cultivar papa y oca, en las alturas, amaranto en el valle, además de mangos, naranjas y coca en la zona baja.
Por lo menos dos tercios de sus habitantes son emigrantes de origen aymara, quienes han poblado la zona desde la época de la colonia y han seguido llegando hasta la década de los años 80. Otro grupo importante es el afroboliviano, que fue trasladado en la época colonial, luego del fracasado experimento de meterlos a los socavones potosinos. En este municipio se encuentra Chicaloma, la principal población negra de Bolivia, fiel exponente de la saya. Quechuas cochabambinos y chuquisaqueños arribaron con mucha fuerza desde el inicio de la República, flujo migratorio que se detuvo durante la Guerra del Chaco.
Es este conglomerado humano el que continúa tejiendo su identidad, al tiempo que busca construir un mejor futuro. Los campesinos han creado su propia empresa –CORACA Irupana- para exportar café al mercado europeo. Es también en ese poblado que nació Alimentos Irupana, un emprendimiento privado que se ha convertido en una de las más importantes industrias de alimentos orgánicos de Bolivia.
Pero el turismo es la veta que no terminan de encontrar, pese a sus grandes esfuerzos. En la última época han sido construidos pequeños hoteles y residenciales, con el objetivo de mejorar el hospedaje para los todavía escasos y repentinos visitantes. Ellos consideran que el deporte de los parapentes puede ayudarlos a comenzar a volar alto en la industria sin chimeneas.
Los pioneros de este deporte creen que ese es el camino, que es mucho mejor vivir Irupana desde el aire. Así también lo confirman quienes participan de los festivales anuales de este deporte y los que llegan al poblado yungueño cualquier fin de semana, con el objetivo de comprobarlo.
Los niños y niñas del lugar incluyeron a los parapentes en su cielo imaginario. Los pobladores de la zona esperan que ocurra lo propio con los potenciales visitantes nacionales y extranjeros, quieren que, al ver volar cualquier ave, recuerden que Irupana espera con los brazos abiertos a quienes quieren vivirla con los pies sobre la tierra… o sobre el aire.
Guimer M. Zambrana S.
El Deber - revista Extra - Agosto de 2006

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