Jorge Soria era conocido en Irupana por sus trucos de magia: Hacía aparecer huevos, palomas, pañuelos… Pero fue una noche estrellada, sin público, recostado sobre su cama, en su pequeño cuarto de la calle Molina , luego de libar unas cervezas con sus amigos, que sacó de la galera la coartada con la que hipnotizó a toda una población: compuso la cueca “Linda tierra de Irupana”.
Fue don Luis Beltrán quien le marcó el destino. Como supervisor del Ministerio de Educación lo mandó a Irupana para que cumpla su año de provincia. El profesor Soria había escuchado hablar de la población yungueña, pero no conocía el lugar al que iba. Ni imaginaba que esos serpenteantes caminos lo llevarían a un pueblo que lo marcaría para siempre.
Nació en La Paz, pero habla de Irupana cual si se tratara de su propio pueblo. Recuerda al “Cututu”, al “Pisti” o al “K’aragallo” como cualquiera de los irupaneños de la época. La guitarra fue la varita mágica que utilizó para integrarse a la sociedad irupaneña ni bien había llegado: la punteaba con inigualable maestría. Claro, eran los tiempos en que el poblado contaba con verdaderas orquestas o estudiantinas, y un músico de su estatura caía como quimba a la cueca.
Irupana es el punto de quiebre en la vida de “Coco” Soria. Aún no tenía uso de razón cuando perdió a sus padres. Se crió y educó en el centro para niños huérfanos Méndez Arcos, de la ciudad de La Paz. Luego de viajar por varias ciudades argentinas, estudió en la Normal de Santiago de Huata, donde se graduó de maestro. Fue en el poblado yungueño donde comenzó su recorrido por aulas, pizarrones y tizas.
Quizá por ello no olvida a su director, Jesús Zeballos, de la escuela Agustín Aspiazu, como tampoco a sus colegas Hernán Villegas, Alfredo López, Ana Riveros, Eva Mostajo, Gúnnar Chavarría o Herminia Molina, entre muchos otros. Recuerda también al alumno que, cuando le pidió que diga la tabla del tres, le respondió que sabía la música pero no la letra de esa canción, para luego comenzar a tararearla.
Los días de fiesta, las reuniones de amigos, las noches de bohemia, los amores –se libró de ser caz/sado por varias irupaneñas-, los desamores… El “chango” Soria había encontrado el lugar que hace mucho estaba buscando.
“Linda tierra de Irupana, eres joya sin igual, tu Churiaca es un paraíso donde todo es un primor…”. La melodía rondaba por su cabeza hasta aquella noche en que letra y música tuvieron el armonioso encuentro que hace bellas a las canciones: “’Linda tierra de Irupana’, la tengo en mi mente, la ha hecho en Irupana, en mi almohada y la hice, y un día la comencé a cantar, fue una creación natural, ‘eres joya sin igual’”.
La cueca comenzó a ser cantada en las noches de tertulia y cervezas, y recibió la aprobación inmediata de la bohemia irupaneña. Pero ahí se habría quedado si el coroiqueño Enrique “Negro” Larrea no lo llevaba al vinilo en ese hermoso disco, a dúo con Villavicencio, dedicado a las principales poblaciones yungueñas.
Jorge Soria recuerda que fue en Coroico –lugar al que también fue destinado años más tarde como profesor- donde, en las noches de farra, el “Negro” Larrea le escuchó cantar la cueca dedicada a Irupana. Años más tarde se sorprendió al escucharla grabada en el “long play” de Larrea Villavicencio.
La tapa del disco no le reconoce la autoría del tema y se limita a señalar “Derechos Reservados”. Jorge Soria se culpa de no haberla registrado en su momento, algo que no creía necesario, pues, para él era suficiente con que en Irupana sepan quién había compuesto la cueca.
Pero la cueca ya es del pueblo. No hay reunión de irupaneños –en Yungas, La Paz, Santa Cruz, Buenos Aires, Virginia o Madrid- donde no se la cante a vos en cuello, como el cordón umbilical con la madre tierra: “Linda tierra de Irupana/eres joya sin igual/tu Churiaca es un paraíso/donde todo es un primor. Eres noble y valerosa/de los Yungas lo mejor/de la Patria la esperanza/con trabajo y con amor. Tus colores siempre son bellas acuarelas/Hoy te canto mi Irupana con todito el corazón”.
Hace más de dos décadas que Jorge Soria no visita Irupana. Hoy tiene 81 años, pero no pierde la esperanza de volver al lugar en el que vivió sus años más felices: “Han pasado los años y yo algún día iré a Irupana, no a reírme sino a lagrimear un poco…”. Sin embargo, confiesa que cuando canta “Linda tierra de Irupana” también se traslada mentalmente a Churiaca. Es que Irupana y su cueca tienen magia…
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