martes, 21 de diciembre de 2010

Irupana en pepas


Cuando eran niños, Jesús Chura y sus amigos gastaban las horas tratando de calar pequeñas canastas en las pepas de durazno. Era la época en que Irupana no se había enchufado aún al mundo de la televisión y la energía eléctrica era un lujo. Los niños tenían que aguzar el ingenio para entretenerse y hasta estaban obligados a inventar sus propios juguetes.

La tarea no era fácil, pues la semilla del melocotón es dura y vidriosa, prefería quebrarse antes que dar gusto a los caprichos de los ocasionales escultores. Pepas y más pepas se quedaron tiradas junto a los sueños y frustraciones infantiles. Casi todos fracasaron en el intento, excepto Jesús Chura.

Irupana ya había olvidado esa traviesa faceta de su rico pasado cuando Jesús la sorprendió instalando una muestra en plena plaza principal de la localidad yungueña. Hacía mucho tiempo que el escultor había superado el calado de las canastitas y, en silencio, había perfeccionado la técnica para darle forma a las pepas de durazno.

Arañas, cangrejos, alacranes, elefantes, tortugas y aves; una completa colección de la rica variedad de sombreros bolivianos; calaveras de todos los tamaños y formas, y hasta un perfecto rostro del Che Guevara pueden caber en una semilla gracias a la habilidad de la mano del artista.

El municipio yungueño debe ser uno de los más diversos del país. Comienza en las espaldas de los nevados Illimani y Mururata, y termina en los límites del tropical municipio de La Asunta. Semejante caída topográfica le permite producir desde papas, habas y ocas, hasta mandarinas, coca, naranjas y mangos.

Las comunidades de Vila Vila y Cieneguillas, ambas situadas por encima de los 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, son conocidas por su producción de duraznos, con buena carne y mucho jugo. “Y buenas pepas”, afirma Jesús Chura, quien está dispuesto a demostrar que la semilla del melocotón puede servir para sembrar un mejor futuro para los irupaneños.

La riqueza vegetal le da a ese poblado yungueño un gran potencial para la industria de la artesanía. El propio Jesús ha comenzado a trabajar con raíces, tallando figuras humanas e incluso maceteros para las plantas.

Gran parte del municipio de Irupana está certificado como ecológico. Los alimentos que se producen en su territorio prescinden del uso de los dañinos insumos químicos, lo que ha dado fama a su producción de café, amaranto, papa y cítricos.

El trabajo de Jesús Chura fortalece esa senda. Él considera que es en la naturaleza donde reside la riqueza de esa localidad yungueña y es un convencido de que se debe aprovechar, de manera sostenible, todo lo que ella nos da, incluso las pepas.

Entre el 19 y 31 de julio, el escultor expuso sus obras en el salón principal de la Casa de la Cultura "Franz Tamayo", de la ciudad de La Paz, generando elogiosos comentarios de los visitantes y de los medios de comunicación, que dieron amplia cobertura a la muestra.

"Quede maravillado cuando supe del tipo de trabajo que hacía Jesús, pero ahora, al ver la obra, lo estoy más, son verdaderas joyas", destacó Pedro Susz, el Oficial Mayor de Culturas y Comunicaciones del municipio paceño, durante el acto de inauguración.

La exposición es apenas una muestra del talento que está dormido en medio de cocales, huertos y cafetales de la región. Están esperando su turno “Papío” Suárez y sus tejidos en cuero, Ángel Clavijo con sus tallados en piedra pizarra y los hermanos Marca con sus maceteros fabricados en raíces.

Las pepas de Jesús Chura están comenzando a brotar. Son apenas las primeras hojas de un fértil almácigo que descansa en una de las pocas planicies de la región yungueña. Son el sudor de un pueblo que está decidido a crecer, sin perder la identidad que le dio esa rica mezcla de blancos, quechuas, aimaras y negros.

Irupana, agosto de 2004

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