martes, 25 de octubre de 2011

Los Yungas: Una economía de suicidio colectivo


Por Javier Hurtado Mercado

Resulta difícil y poco creíble para nuestra comunidad yungueña una voz pesimista sobre nuestra región cuando el auge del dinero campea por toda la región: La proliferación de construcciones en los pueblos, la multiplicación de vehículos chutos, la apertura de tiendas bien surtidas, licorerías e incluso karaokes o bares, tilines para jóvenes y niños, etc. Efectivamente, tenemos un bienestar como nunca antes, un bienestar que en los últimos cinco a seis años se ha acelerado.

Todo comenzó con los errores de la cooperación Norte Americana de erradicar parcialmente la coca del Chapare, durante los últimos años neoliberales y, como siempre, no ofrecer ningún mercado seguro a los productos alternativos que, en ese momento, todavía se contaban en los Yungas. Nos referimos al café, los cítricos, la apicultura, el amaranto, el maní, los maíces suaves y otros productos típicos de la región.

Una parte cada vez más grande de esta producción era gradualmente certificada como orgánica y comenzaba a darle el perfil de largo plazo mas sostenible para los Yungas: LA PRODUCCION ECOLOGICA.

Saliendo del Chapare, la demanda del narcotráfico se traslado a la cuna de la coca, a su lugar mas sensible tanto porque es donde mas experiencia en su producción tiene el productor, como porque la seducción del dinero fácil en una región con una economía largamente deprimida como era la de los Yungas pudo ser rápidamente erosiva y creciente.

Las montañas subtropicales de Yungas albergaban una producción de coca asentada en normas tradicionales inteligentes. Solo se sembraba coca en los terrenos pedregosos y gredosos de pendiente, con la tecnología del huacho que retiene la humedad y los deshojes naturales que abonan la tierra. Los antiguos sabían que coca se puede producir en los terrenos aptos para otros cultivos, pero sabían que la producción de coca debía ser restringida para mantener un manejo sostenible de la diversidad biológica. Por eso los huertos mixtos donde se mezclaban la coca, los cítricos, la hualusa, el maní, los ajíes y la apicultura.

La demanda del narcotráfico impulso la destrucción de huertas tradicionales, el desmonte de los pocos bosques que tenia la región y la expansión de la frontera agrícola cocalera hacia las tierras vírgenes de La Asunta, Caranavi y ahora hacia los bosques del Norte de La Paz.

Estos soldados ingenuos del narcotráfico entraran ávidos por los nuevos caminos y carreteras que partirán en dos el Isiboro Sécure y materializarán un modelo de desarrollo depredador y sesgado por las actividades delincuenciales, en la producción de coca ilegal, el trafico de madera y la explotación de fauna en extinción, en lugar de aprovechar modelos mas sostenibles como la Agro-forestería con el manejo controlado y certificado de la madera, recolección de la castaña , el cacao criollo y miles de hierbas curativas y aromáticas de creciente valor en los mercados de la industria medica, cosmética y alimenticia.

En los Yungas, de los cuales Irupana ha sido una región privilegiada, hoy ya no se encuentra cítricos, bananas o cuyes ni para el consumo local. En estos días de fiesta casi no encontraremos un buen lojro yungueño, ni un picante de cuy, ni una sajta de gallina criolla. La comida criolla, tan típica y agradable, ha sido sustituida por los pollos llevados de la ciudad, cocinados la broaster o al spiedo. El arroz y el fideo, que no alimentan, forman ahora la parte principal de la alimentación del yungueño. El pan blanco ha sustituido al plátano y el mote de los almuerzos.

¿Cuánto durará esta borrachera de abundancia? El deterioro de las tierras es lento, pero inexorable, la escasez de agua por la destrucción de los últimos bosques ya es crítica para los años inmediatos. Pero quizá lo mas grave es que la cultura productiva de los jóvenes esta erosionada, el monocultivo de la coca, las mulitas de taquis a las ciudades, la distribución de carnéts de productores y comercializadores indiscriminada y otras actividades incluso menos licitas, esta creando unas generaciones de jairas que no aprecian su terruño sino para las fiestas fastuosas y las farras desmedidas por el dinero fácil de estas actividades.

Para nuestros cultivos tradicionales nunca fue posible financiar tecnología, pero para estos cultivos irracionales de coca los sistemas de riego a aspersión, los agroquímicos, abonos foliares, insecticidas tóxicos, etc. se desarrollaron rápida y ampliamente. La coca ya no calma el dolor sino que lo provoca, porque es el vehículo de químicos artificiales nocivos a la salud.

¿Tendremos que esperar las consecuencias en una o dos décadas, cuando la fecunda tierra yungueña ya sea un completo erial erosionado, para que nuestros pueblos recién reaccionen y den marcha atrás o será posible que algunas voces se levanten en medio de la borrachera y conquisten los lugares del liderazgo campesino y vecinal para cambiar el rumbo de nuestra historia?

Porque no fueron sola ni principalmente los gringos los culpables, sino nuestros dirigentes nacionales y nuestros pueblos los que optamos por el camino fácil. Todos los ciudadanos yungueños tenemos nuestra parte de responsabilidad por hacer o dejar hacer. Solo nos queda el suicidio colectivo o la rebelión de nuestras conciencias.

LA FOTO: ¿Estamos más cerca del anochecer o del amanecer de los Yungas de La Paz?

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