lunes, 5 de septiembre de 2011

El milagro de la Virgen y de Aydé


La Virgen de las Nieves apareció en medio de un cultivo de hualusa, en una comunidad de Chicaloma. Resulta que un grupo de hombres había visto que por las noches brillaba una luz intensamente en medio del hualusal. Estaban seguros que se trataba de un entierro y, por el resplandor que levantaba, creían que contenía incalculable riqueza.

Un primer grupo desistió de la intención de comenzar el desentierro por temor a lo desconocido, pero no faltaron otros que, llevados por la ambición, decidieron encarar la audaz empresa. No fue fácil ubicar el lugar exacto del que se desprendía la luz, pero lo lograron. Mientras el resto de la población dormía, comenzaron a cavar para dar con la fortuna que les tenía guardado el destino…

Aydé Muriel dice que ella se encontró un tesoro en Irupana: su esposo Nestor Castro. No fumaba ni consumía bebidas alcohólicas. Lo que es mejor, era un buen esposo y un gran padre. Recuerda que durante su juventud tuvo varios enamorados, pero los dejó a todos por su inigualable Nestor. “Las malas lenguas decían que yo lo dominaba, pero él jamás tuvo esos vicios. De lo contrario, no me casaba”.

Si la felicidad se mide por el número de hijos, los Castro Muriel la tuvieron y en abundancia: procrearon 12, tres de los cuales perecieron. Lo seguro es que la responsabilidad de los padres se evalúa por la buena formación de los hijos y ellos tienen nueve pruebas vivientes.

La búsqueda del codiciado entierro tuvo sus frutos. Los hombres que estaban cavando llegaron a una inmensa caja de madera, herméticamente cerrada. Pero el hallazgo coincidió con la salida de las primeras luces del día, que sacó a la luz también la discusión de si no deberían esperar hasta la noche para abrirla. Era mejor que la gente ni se entere que –nunca mejor dicho- se habían vuelto ricos de la noche a la mañana.

Sin embargo, eran muchas horas para mantener a la curiosidad en su cauce. Se dieron a la difícil tarea de abrir un baúl que se había mantenido cerrado por no se sabía cuántas décadas. Grande fue la sorpresa al levantar la tapa del cofre: Era la imagen de la Virgen María…

Doña Aydé agradece a la Virgen de las Nieves por las hijas e hijos que le dio. Pero han sido ella y su Nestor quienes, desde el principio, han apostado y fuerte por la educación de sus descendientes. Las siete mayores son mujeres y eran épocas en que se creía que las féminas tenían como extensión de sus manos la escoba y la sartén. A pesar de ello, Nestor y Aydé la tuvieron clara desde el principio: sus hijas debían tener la mejor educación posible.

E Irupana no ofrecía demasiadas alternativas. Haciendo un gran esfuerzo económico las sacaron a la ciudad de La Paz y las internaron en uno de los mejores colegios de la época, el María Auxiliadora. Para no quebrar la línea salesiana, los dos varones estudiaron en el Don Bosco. Los Castro Muriel habían comenzado a desembolsar su mejor herencia…

Quienes encontraron el entierro pensaron que la riqueza alcanzaría hasta para dejarles una buena herencia a sus hijos. Era tan grande la caja…, pero era la imagen de la Virgen María. La frustración y la alegría se encontraban en franca disputa. Claro, si era el tapado que soñaban no habrían dicho a nadie del hallazgo, pero como no fue lo que esperaban, dieron parte a las autoridades de Chicaloma…

La felicidad completa no existe. Don Nestor Castro murió en 1979, fue el corazón el que le jugó una mala pasada. Aydé tuvo que seguir adelante con el bulto, pero junto a su compañero de vida ya habían sembrado en sus hijas e hijos el amor por los libros y la disciplina que requiere el estudio. Es más, las mayores ya habían abierto su propio camino.

Nestor fue alcalde de Irupana y fundador del Atlético Irupana, club deportivo que incluso presidió. También fue directivo de la Cooperativa Ukamau Ltda. En la población se lo recuerda en su taller de costura, junto a su inseparable Aydé. Desde entonces, ella es parte del paisaje de la plaza principal, siempre sentada en la puerta de su tienda de ropa.

La noticia del descubrimiento de la imagen de la Virgen corrió de cocal en cocal, durante semanas no se hablaba de otra cosa en las poblaciones de la región. Las autoridades de la parroquia decidieron trasladarla hasta Irupana. Lo tuvieron que hacer en andas, pues, en esa época sólo había caminos de herradura.

Los habitantes del centro poblado prepararon una gran fiesta de bienvenida, en la que participaron conjuntos de los peones de las distintas haciendas. Se instituyó la fiesta de la Candelaria para celebrar a la Virgen que salió de la tierra. Las lluvias de febrero hicieron que el festejo sea trasladado a agosto, el mes de la Pachamama.

Doña Aydé es infaltable en todas las misas de aurora que se realizan nueve días antes de la fiesta de la Virgen de las Nieves. Su devoción es profunda. Ella le agradece por haber hecho de Gladis, Olivia, Aydé, Margot, Flavia, Esperanza, Esmeralda, Jorge y Johnny buenos profesionales y mejores personas. Claro, el milagro no se habría hecho si ella y su Nestor no decidían hacer de la formación de sus hijas e hijos su más importante patrimonio.

Siempre sentada en la puerta de su tienda, ella transmite la historia del milagro de la aparición de la Virgen a quien se lo solicite. Del otro milagro -el hecho por ella y su amado Nestor-, no necesita decir palabra… Por sus frutos los conoceréis, sentencia el texto bíblico, y los de Aydé se caen de maduros…

EN LA FOTO: Doña Aydé, en la puerta de su tienda, en su sitio de siempre…

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