martes, 14 de junio de 2011

El Cristo que quiso quedarse en Laza


El Señor de la Exaltación es laceño y a toda prueba. Tuvo la posibilidad de ser trasladado a Irupana, pero mostró que está más enraizado que el árbol de sululu que se encuentra al ingreso de esa población yungueña. Leonardo Guzmán, director de la revista Acción y Progreso, ofrece el siguiente relato de un impasse ocurrido en 1885, entre vecinos de Laza e Irupana, ocasionado por una disputa por quedarse con el Señor de Laza:

Visitantes chulumaneños al cantón Laza, de regreso por Irupana, les refirieron, a los vecinos y juventud de ese entonces, haber encontrado el lugar en completo abandono, sugiriéndoles la idea de trasladarlo al Señor para rendirle el culto y cuidado que se merecía, ya que el pueblecito aquel estaba completamente decaído. Entusiasmada la juventud, los vecinos respetables y hasta mujeres y niños de Irupana, fijaron una fecha para poner manos a la obra, encabezados por Don Fermin Merizalde, corroborados por quienes habían lanzado la iniciativa de la aventura, que eran las autoridades de Chulumani.

En un amanecer del día 8 de mayo, se encaminaron por grupos para consumar este ideal acariciado hacía largo tiempo. Llegando escalonados a Laza, se distribuyeron convenientemente y procedieron a descender al Crucificado para su traslado, enviando por anticipado la corona de espinas, potencias y cabellera, que fueron recibidos con manifestaciones de jubilo por la población irupaneña, reunida en la bajada de San José.

Cuando se aproximaban al río Guayruro, la comunidad de este nombre se dio cuenta de que robaban al Señor, acudiendo como por electricidad el patrón de la finca Uquina, Don Arístides Saavedra, con toda su peonada a disputar a brazo partido el que no se llevara a feliz termino tan audaz empresa.

Los ejecutores de este acto, se dieron cuenta del peligro que corrían porque se venían sobre ellos avalancha numerosa de hombres y mujeres del campo, con sus implementos de agricultura amenazándoles de darles muerte. Ante esta resolución, depositaron el Crucifijo en un platanal al lado del camino, trabándose la lucha a palo, piedra y golpes de puños, es decir, una lucha a muerte que duró más o menos dos horas.

Mientras tanto, seguía descendiendo más gente a reforzar la defensa, momento en el que descubrieron el lugar en el que fue abandonado el Señor, el que fue levantado por cuatro mujeres en hombros, las que comenzaron a ascenderlo a su templo, con la facilidad, ligereza y entusiasmo que asombró a los espectadores de la banda contraria.

Comentando, días después, don Marceliano Belmonte afirmaba, ante numerosos vecinos, que cuando los de Irupana comenzaron el descenso de la Cruz con el Señor, se había hecho tan pesado que era difícil avanzar, lo que ha permitido que se aperciban los comunarios, quienes con sus gritos despertaron a los demás. Él estaba admirado de que solamente mujeres lo hayan ascendido con tanta facilidad, lo que quiere decir que el Señor de la Exaltación no ha querido moverse de su pueblo elegido para su residencia.

Fotografía tomada del grupo de facebook: "Pueblo de LAZA, Sud Yungas, La Paz, Bolivia"


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