martes, 31 de mayo de 2011

Yoyi Pabón, porque la vida da vueltas


La vida da vueltas y rebota, como la pelota, pues. El irupaneño Jorge “Yoyi” Pabón lo vivió en carne propia o, mejor dicho, en pie propio. Comenzó en el fútbol rematando al arco y luego se dedicó a atajar los remates. No quedó ahí: De protestar las decisiones de los árbitros pasó a arbitrar partidos de fútbol.

Tenía 15 años cuando debutó con el "Millonarios", en el torneo local de Irupana. Era la época en que jugaba como "wing" o puntero, pero la suerte estaba echada, él nació para arquero.

El arquero del Millonarios, Alberto Orihuela, no llegó al partido que debía disputar el equipo, por lo que no hubo otra alternativa que meter en ese puesto a Jorge Pabón, que mostraba cierta habilidad para el puesto. "Me hice un partidazo", recuerda, al comentar que de allí en adelante se adueñó de los tres palos.

Eran los años en que Irupana tenía cuatro únicos equipos: Agustín Aspiazu, Atlético Irupana, Unión Obrera y Millonarios. "Yoyi" recuerda que se disputaban verdaderos partidazos, debido a la rivalidad existente entre los equipos. "A los del Millonarios nos tenían rabia, por que nos traíamos jugadores desde La Paz", sonríe.

De amateur a profesional

Su habilidad le convirtió rápidamente en arquero titular de la Selección de Irupana, con la que salió a disputar partidos tanto en Coroico como en La Chojlla. En ese centro minero le ofrecieron trabajo a cambio de que juegue en un equipo del lugar.

A los 15 días de su llegada estaba ya en la preselección de La Chojlla, que disputó el Campeonato Nacional Minero. El campamento, famoso por su buen equipo de fútbol, era constantemente visitado por equipos profesionales de la ciudad de La Paz, por lo que se constituía en una verdadera "vitrina" para los jugadores yungueños.

El "Northem Fútbol Club", que ese año había ascendido a la Primera, visitó La Chojlla y durante el partido se encontró con el "invencible" guardavallas Jorge Pabón. Con la fama ganada en ese partido, salió a La Paz en busca de alguna oportunidad que le permitiera ingresar al fútbol profesional.

Logró probarse en el Ingavi, en un partido frente a Litoral, como preliminar de un cotejo internacional que jugaban The Strongest y la Universidad Católica de Chile. "Era la primera vez que jugaba en el "Hernando Siles", con lleno completo y frente a jugadores de la Selección. Le hicieron dos goles y su actuación fue desastrosa, al frente tenía a delanteros de la talla de Halcón y Bravo.

Desilusionado, alistó su ropa para retornar a La Chojlla, pero antes de abordar el bus de retorno se encontró con el capitán del "Northem", quien le planteó la posibilidad de quedarse. En ese equipo militó tres años, formó parte de la preselección de La Paz, hasta que, en 1958, fue contratado por The Strongest.

Pabón tiene innumerables recuerdos en el Tigre. Uno especial es su convocatoria a la Preselección Nacional, con arqueros de la talla de Cobo, Álvarez y Lopez.

La que parecía una larga carrera futbolística fue abruptamente cortada cuando los dirigentes contrataron a Eustaquio Ortuño como arquero titular. "Yo me encontraba en mi mejor momento y él en su apogeo". Ese hecho lo llevó abandonar el fútbol profesional, tenía apenas 26 años.

De arquero a árbitro

Pero la vida no se detuvo, siguió dando vueltas, y rebotando. Es habitual que los jugadores se conviertan en entrenadores, él se hizo árbitro. Con más de 30 años, Pabón visitó a un amigo que trabajaba en la Asociación de Fútbol de La Paz. Allí se enteró que se realizaba un curso destinado a la formación de nuevos árbitros, en el que participó pese a que se había iniciado un mes antes.

"A los tres años ya era arbitro internacional", afirma, orgulloso de la carrera que le permitió continuar con la pasión de su vida, el fútbol. Dirigió muchos partidos de la Liga Profesional del Fútbol Boliviano y dos partidos internacionales de selecciones en la Copa Paz del Chaco, entre Bolivia y Paraguay.

Comenta desilusionado que también en el arbitraje hay "rosca" y que son pocos -más por "muñeca" que por méritos- los que pueden acceder a la insignia de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).

Los inolvidables interyungueños

Entre sus mayores satisfacciones, está la de haber contribuido a que Irupana obtenga el Tri-Campeonato Interyungueño de Fútbol. Eran los años en que la población tenía una gran cantidad de jugadores en la Primera División paceña y, por lo mismo, una gran selección. Fue difícil reemplazar a Jorge Pabón en el arco titular de la selección de Irupana, pese a los años que llevaba encima.

Como arbitro, también colaboró con el último Campeonato Interyungueño realizado en Irupana. Asegura que está dispuesto a capacitar a los jóvenes que quieran formarse como árbitros de la Liga de la población.

De delantero a arquero y de futbolista a árbitro. No es fácil pasar a la acera de enfrente, a menos que en medio haya una pelota y dé vueltas. Como la vida, pues.

Irupana, agosto de 1994

lunes, 30 de mayo de 2011

Opinan los mudos...


A principios de los 90, los ex combatienes del Chaco que aún vivían en Irupana libraron su última batalla. Deseaban trasladar el busto a Rafael Pabón del parque de la zona que lleva el nombre del aviador a la plaza principal de la población. Misteriosamente, el busto desapareció de la noche a la mañana. Los vecinos del barrio Rafael Pabón se negaban a perder a su símbolo. El impasse no pasó desapercibido para el ojo crítico del "Loco" Suárez (hacer clic en la fotografía).

jueves, 26 de mayo de 2011

Una de verdes...


Seguimos con el humor del "Loco" Suárez, producido y publicado entre 1990 y 1991 (hacer clic en la fotografía).

martes, 24 de mayo de 2011

El humor del "Loco" Suárez


El buen humor siempre fue un buen amigo de Abraham Suárez, conocido en Irupana como el "Loco". Para los dos primeros números de El Mancebao -publicados en 1990 y 1991- lo desafiamos a llevar su buena chispa a las tiras cómicas. En adelante les ofreceremos los resultados (hacer clic en la fotografía).

lunes, 23 de mayo de 2011

Árboles sin raíces


Con una chonta en la mano intentaba escarbar en el tiempo para encontrar ese preciado y a veces olvidado tesoro que se llama historia.
La tarea era difícil, pues los viejos le echaron cemento intentando tapar para siempre las viejas raíces. “Actitud equivocada”, pensaba, aunque los comprendía: Los medios de comunicación, la escuela, en fin, todos parecen haberse puesto de acuerdo para convertirnos en animales del momento, olvidando a los abuelos y enterrándolos para siempre.
Pero la búsqueda no cesaba. Los viejos ceibos de Churiaca cuestionaban mis días: no puedo ser un árbol sin raíces. Y comencé la tarea de escarbar y escarbar para encontrar el camino recorrido, encontrarme a mi mismo.
Escarbé las palmeras y encontré a los valientes jóvenes que en los años 30 se vieron obligados a participar de una guerra en la que los perdedores fueron ellos y sus hermanos de enfrente, los paraguayos. Sentí el miedo que sufrieron al dejar a la madre sola, a la amada sola, a Churiaca sola.
Escarbé los cuñuris y, al hacerlo, corté una de mis venas y en lugar de sangre salió chicha cochabambina. Me encontré con el Irupana valluno: polleras hasta la rodilla, chicharrones, picantes y banderas blancas en las puertas de las innumerables chicherias. Eran las épocas de las mulas, la buena música y la “chica de yapa”. El retumbar de las cajas traídas del África se escuchaba ya en medio de los cocales yungueños...
La historia no se quedaba ahí. Continué con mayor empeño mi búsqueda y escarbé un árbol de qolo. El trabajo se volvió más duro, la memoria se perdió. Un manto verde ocultaba las raíces. Aquí encontré no a uno sino a miles de hombres y mujeres –aimaras todos- construyendo inmensas tacanas o plataformas agrícolas para construir planicies en las pronunciadas caídas yunguenas. Otros labraban el maíz y la coca, mientras grupos de llamas trepaban a las alturas cargadas de la producción yungueña.
Contento por lo logrado decidí realizar un aculli y me di cuenta que hay todavía mucho por escarbar. Con lo escarbado me sentí más seguro. Sentí que tenía raíces y que ellas, buenas o malas, son el cimiento de mi existencia.
El Mancebao
Irupana, agosto de 1991

martes, 10 de mayo de 2011

¿Por qué la comunidad afro se mantuvo en los Yungas?


Tras fracasar como mano de obra en los socavones de Potosí, los afro fueron trasladados al otro gran eslabón de la producción minera: el cultivo de la hoja de coca en los Yungas de La Paz. Quienes apoyaban esa respuesta tradicional sobre el arribo y permanencia de la comunidad negra a esta región pueden comenzar a revisar las nuevas preguntas. Recientes estudios históricos muestran que esa conclusión no tiene sustento.

La presencia, hasta nuestros días, de concentraciones afro tan importantes como Chicaloma, Tocaña o Dorado Chico son un verdadero desafío a la investigación histórica, pues, aún no son claras las razones por las que se concentraron en las interminables caídas yungueñas.

La hipótesis del traslado explicaba, además, las razones por las que no existían otras comunidades negras en el territorio boliviano, el mismo que estuvo en la jurisdicción de Charcas durante la Colonia española.

Afros en Charcas

“No hubo rincón de Charcas sin afros, durante la Colonia”, sentencia la historiadora Esther Aillón, quien realizó un detallado estudio demográfico de lo que ocurría con la presencia de negros, mulatos y zambos entre 1780 y 1810.

Estableció que, por ejemplo, el 38,5 por ciento de la población de Vallegrande, en lo que hoy es el departamento de Santa Cruz, era afro. En La Plata –hoy Sucre-, la cifra llegaba al 11 por ciento; en Potosí, al 4 por ciento.

Había afros en lugares tan diversos como Tarija y Oruro. Y el dato que en la época no era sorprendente: En Charcas –el territorio que hoy comprende Bolivia- el 12 por ciento de la población era “negra”.

Lamentablemente, el último Censo Nacional de Población y Vivienda excluyó la posibilidad de saber cuántos de ellos habitan aún en Bolivia. El dato permitiría realizar una comparación de cuánto ha cambiado la situación.

Sus dirigentes estiman que el 0,5 por ciento de la población boliviana actual es de su comunidad. El porcentaje es mínimo si se lo compara con el 12 por ciento que era en Charcas a fines del siglo XVIII.

Sí, la población boliviana creció, pero también pudo crecer la de ellos. ¿Por qué redujo dramáticamente su proporción en relación al resto? ¿Por qué desaparecieron del territorio nacional y sólo se mantuvieron en los Yungas de La Paz?

¿Entraron en las minas?

Los esclavos negros fueron comprados para entrar en los socavones mineros. Esa es otra de las hipótesis que se cae ante la fuerza de los argumentos. Las bocaminas potosinas siempre estuvieron atestadas de mano de obra gratuita, gracias a la mita, que obligaba a los indígenas de las alturas a trabajar de forma obligatoria en la extracción del mineral.

¿Los concesionarios de las minas estaban locos para comprar esclavos para el trabajo minero cuando tenían mano de obra gratuita a su alcance? ¿Iban a poner en riesgo su capital –invertido en la compra de esclavos- metiéndolos en los socavones, cuando había tantas vidas gratuitas por arriesgar?

El historiador Enrique Tandeter mostró que la mitad de los mineros de Potosí, durante la Colonia, eran asalariados. Muchos de ellos eran mitayos que estaban en su semana de descanso o trabajadores libres, expertos en el trabajo de extracción del metal. Es decir, era gente que voluntariamente se empleaba para realizar la labor, decisión que no podía ser asumida por los esclavos.

De lo que sí existen evidencias es su presencia y explotación en la Casa de la Moneda de Potosí, donde sus pies descalzos dejaron profundas huellas en el piso, al girar las pesadas prensas en las que se acuñaban el metal.

Mezclarse, la salida

Pero la pregunta sigue en pie: ¿Por qué se concentraron y mantuvieron en los Yungas de La Paz? Una de las principales hipótesis es que fue el mestizaje el principal responsable de la desaparición de la comunidad negra del resto del territorio nacional.

Durante todo el coloniaje, los esclavos tenían muchos incentivos para mezclarse con los grupos étnicos locales. Uno de ellos es que el hijo de negro e india o –al revés- de indio y negra dejaba automáticamente de ser esclavo. Ese incentivo incrementó el número de zambos y mulatos que, a diferencia de sus padres, era declarado liberto.

La historiadora Eugenia Bridikinha, una estudiosa de la situación de los afros yungueños, afirma que una rápida revisión de los rostros de quienes habitan el país puede ayudar a confirmar el gran mestizaje que hubo durante la colonia y la república: cabellos crespos, pómulos salidos, nariz achatada.

Pero, ¿por qué se mestizaron en todo el territorio nacional y no en Yungas? ¿Es que a los negros de la región yungueña no les atraía la posibilidad de liberar a sus hijos de las cadenas de la esclavitud? O ¿al verse reducidos en las distintas regiones se concentraron en una sola región? Hay muchas más preguntas, las que aún no aparecen son las respuestas.