viernes, 4 de octubre de 2013

Orlando Arce, el maestro de la pelota

Orlando Arce, en el club en el que mostró su mejor fútbol: Olimpic
A Orlando Arce lo recuerdo en Churiaca, en medio de los amaneceres yungueños. En lugar de descansar en los escasos recesos que le daba su vida como futbolista profesional, él se levantaba a las 05:00 para compartir con nosotros los secretos que le llevaron a equipos de la talla del Bolívar. Los chicos de la calle Cochabamba éramos los beneficiados. El sueño de jugar algún día como él nos quitaba el sueño antes de que salga el sol y nos ponía a trepar Limonani al trote.
Escuchábamos mencionar su nombre en las transmisiones deportivas de la Liga del Fútbol Profesional Boliviano o lo veíamos en las fotografías del célebre Hoy Deportivo. Sí, claro que lo admirábamos, pese a que él hacía todo lo posible para pasar como uno más.
“¡Felicidades por el gol!”. Aún recuerdo el grito de esa muchacha en la plaza de Irupana, mientras con el resto de sus amigas preparaba la carta que debía partir en el bus de Flota Yungueña con rumbo a la ciudad de La Paz. El destinatario del encargo era ni más ni menos que Orlando Arce y la joven enamorada, Charo Bustillos.
Entonces, Orlando ya tenía bastante trote en el fútbol profesional. Se había iniciado en el Olimpic, de la Asociación del Fútbol de La Paz. Los irupaneños habían celebrado su pase al primer plantel de Bolívar de la naciente Liga Boliviana. “Arce, quien militaba en Olimpic, se desempeña como marcador de punta. Autoridades bolivaristas manifestaron que se trata de un muchacho joven y de muchos recursos y que puede ser muy útil al club”, dice la nota de Hoy Deportivo, publicada en la época. Luego la aventura continuó en Always Ready y Chaco Petrolero.
Ya también había manejado los hilos de ese extraordinario equipo de irupaneños que consiguió el Tri-campeonato Interyungueño de Fútbol. Entonces, Irupana era el principal semillero del fútbol paceño y, sin duda, Arce era la mejor muestra de la calidad del balompié cultivado entre los “pipiripis” de Churiaca.
Orlando acostumbraba viajar con algunos de sus compañeros de equipo a Irupana. Por supuesto que junto a ellos disputaba partidos de exhibición en Churiaca, junto a deportistas locales. Eran verdaderas lecciones de buen fútbol. 
Fue en uno de esos viajes que se topó con la mujer que iba a marcarlo para siempre. Ella había ayudado a su tía a llevar las latas de pan al horno que funcionaba en la casa de Orlando. Era una década menor que él, pero ¿acaso al amor le interesa la fecha de nacimiento? “¿Quién es?”, le preguntó al amigo que se encontraba junto a él. La vida le habría respondido: La persona con la que vas a pasar el resto de tus días.
Fue durante los siguientes viajes que la conoció y surgió el amor entre Orlando y Charo Bustillos. Don Héctor, el papá de ella, no quería avalar ni de lejos la relación de su hija con el reconocido deportista. “¡Sólo es futbolista, en 10 años no va a tener con qué mantenerte!”, sentenciaba el severo padre.
Pero el amor ya les había marcado penal y no había arquero que lo detenga. Ya en La Paz, Don Carlos Rocabado –más conocido como el “Salamanca”- se aparecía en la casa de Charo para visitar a sus papás. Esa era la seña para que ella salga del hogar paterno y se vea con Orlando, quien estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Cuando concluía la cita, don Carlos reclamaba: “Tanto tardaste, ya no sabía de qué hablarles a tus papás”.
Ante la eminencia del matrimonio y la conclusión de su carrera deportiva, Orlando decidió ir en busca del “sueño americano”. Luego partió Charo. Tuvieron dos hijas: Nataly Caren y Sandy María. Pero el fútbol era su vida misma, por eso lo continuó practicando a su llegada a Estados Unidos. Sus hijas hablan de este deporte con la prestancia que él lo jugaba. Cuentan que las llevaba a las canchas, veía con ellas los partidos y hasta analizaba cada una de sus jugadas.
Hasta aquel día de diciembre de 2003 cuando el médico le diagnóstico la presencia del cáncer en su cerebro. Era el partido de su vida y Orlando no estaba dispuesto a perderlo. Peleó por continuar su vida con absoluta normalidad, pero el mal estaba muy avanzado. Falleció el 23 de febrero de 2004, tenía entonces 53 años.
La muerte es siempre repentina, pero en su caso lo fue más. Cuando la noticia llegó a Irupana, nadie podía creerlo. No era lógico, no era viejo y en su última visita todos los habían visto exultante de vida. De la noche a la mañana, la población había perdido a uno de sus mejores hijos. Irupana lloró de impotencia, Churiaca mucho más…

1 comentario:

  1. Yo estaba en las inferiores del Olympic cuando Orlando ya era un señor medio campista. Cuando estaba en la segunda ya alterné con Orlando en la cancha y siempre se identificaba con los "changos" cuando el año 86 me vine a DC me enteré en las canchas que el estaba por aquí, lo busque para saludarlo y me lo encontré jugando en la liga boliviana de Virginia. El no se acordaba mucho de mi, pero si fue muy amable y quedamos en compartir más adelante. Nos volvimos a perder de vista y nunca más coincidimos en las canchas...Hasta que alguien me avisó que había fallecido. Lo sentí mucho. Fue un gran deportista y excelente compañero y maestro. Dios lo tenga en su Gloria.
    Enrique Collao Tellería.

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