miércoles, 4 de septiembre de 2013

La fiesta no sería fiesta sin los sándwiches de los “Niños”

Carlos y Consta, en su puesto de buñuelos en La Paz
El sándwich de huevo es una comida cualquiera, pero en las manos de los “Niños” -Carlos Suaznabar y Consta Velasco- ha sido convertido en una de las delicias culinarias que ofrece la festividad de la Virgen de las Nieves, en Irupana. Son los únicos días en que es posible encontrar los famosos emparedados, los hay de huevo, chorizo y de cerdo.
Ellos han llegado a Irupana hace casi medio siglo. Desde pequeño, Carlos iba de fiesta en fiesta con su mamá. Ella se dedicaba al comercio y viajaba por todas las provincias paceñas. Cuando se casó con Consta tomaron el mismo camino, era lo que sabía hacer. Viajaron por La Asunta, Chamaca, La Calzada, Chimasi, Tajma, Chulumani, Coripata, Chirca, La Chojlla y varias poblaciones yungueñas. Pero nacieron los hijos y había que establecerse en algún lugar. Les gustó Irupana y aquí se quedaron.
“Era la tranquilidad, como dice la canción: “protector del forastero”, que cantan, era lindo, me gustó el pueblo, había un soldador, le decían “El Barbolín”, me animó a que me quede”, rememora. Junto a ellos llegaron Hernán y Carlos. En Irupana nacieron Catalina, Marcelo y Juan José.
Y comenzaron a vender comida rápida. Hacían hot dogs, fideos, sándwiches y buñuelos. Irupana tiene fama de prender apodos a todas las personas que llegan al lugar y Carlos no iba a ser la excepción. Siempre que se acercaba a las escuelas para vender sus productos en el recreo, los niños sacaban sus cabezas por las ventanas y él les gritaba: “¡Niños, cerrad las ventanillas!”. Fue suficiente. Le dijeron el “Niños” y con él a toda su familia.
El mayor de sus hijos, Hernán (+), se dio el gusto de jugar en la Selección de Irupana, pese a no haber nacido en el lugar. No se sabe la triquiñuela legal que hizo, pero en el resto de los pueblos todos lo conocían como irupaneño, razón por la que nadie averiguó siquiera sobre su procedencia. Hasta llegó a dirigir al equipo irupaneño en uno de los torneos interyungueños que se jugó en Coripata.
Marcelo –conocido en el pueblo como Marero- fue otro de los futbolistas de la familia. Jugó en la representación de Irupana en varios de los interyungueños y llegó al Alwas Ready, de la Asociación de Fútbol de La Paz. Luego se fue a Argentina, donde estudio para Director Técnico, en la Escuela de Entrenadores de la Asociación de Fútbol Argentino. Hoy dirige la Selección de Irupana y la Escuela Municipal de Deportes.
Los hijos crecían y las necesidades aumentaban. Esa es la razón por la que decidieron salir a la ciudad de La Paz en busca de mejor suerte. Luego de varios emprendimientos, encontraron el nicho de mercado que estaban buscando: pusieron su venta de buñuelos justo en la confluencia de las avenidas Tejada Sorzano y De las Américas, en el inicio de Villa Fátima. Era el negocio que iba a sacarlos de las necesidades más apremiantes. “He pasado tantas veces por esta esquina sin darme cuenta que aquí estaba mi suerte”, reflexionó alguna vez Carlos.
Desde siempre, él era un amante de la lectura de periódicos y revistas, nunca le faltaba un ejemplar en el bolsillo. Sus comic de Condorito y el Pato Donald fueron los textos de lectura con los que aprendieron a leer los niños de la calle Cochabamba. Cuando se marcharon a La Paz, mandaba a su hijo Hernán los periódicos de los lunes, sabedor de cuánto le gustaban los suplementos deportivos. Cuando Hernán falleció –en un confuso accidente- siguió enviando para que le dejen el periódico junto a su tumba.
“Ya no somos paceños, somos verdaderos irupaneños”, comenta orgulloso. Tras reunir un pequeño capital con su nuevo negocio lo primero que hicieron fue comprar una casa en Irupana. Fue luego que se hicieron de un bien inmueble en La Paz.
En la actualidad, él tiene 74 años y Consta 70. Ambos sueñan con el día en que tomarán el camino de retorno a Irupana, lugar al que han elegido para pasar sus días. Son fieles devotos del Tata Santiago de Irupana, en cuya fiesta participan todos los años, al igual que de la Virgen de las Nieves. Todo, sus amistades, sus compadres, sus ahijados y hasta sus nietos pertenecen al lugar.
Los suyos les han pedido que dejen de trabajar y que vayan a la festividad de Irupana a divertirse, sin los peroles en los que preparan sus famosos sándwich. Ellos no quieren, saben que la fiesta no sería lo mismo sin el puesto de venta de los “Niños”.

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