martes, 4 de septiembre de 2012

Encomio de Javier Hurtado


Ramón Rocha Monroy
(El Ojo de Vidrio) Escritor
Ideas - Página Siete


Anibal Aguilar me dio temprana noticia de su muerte; y, en el despiste en que vivimos lejos de La Paz, al principio no supe entender que había muerto nada menos que Javier Hurtado, uno de los intérpretes más reconocidos del katarismo, desde su encuentro histórico con Genaro Flores, que marcó para siempre su vida política y lo inclinó por el sindicalismo campesino e indígena independiente.
Sobre el tema, hay muchos exégetas que recuerdan con aprecio a quien fue un tiempo ministro de Producción y Microcrédito, sociólogo graduado en la UMSA, chofer de Genaro Flores, trotskista y luego katarista.
Pero yo quisiera comentar mi visita al blog Elmancebao (elmancebao.blogspot.com), trasunto del periódico irupaneño del mismo nombre, en el que hallé a magníficos cronistas de la histórica ciudad de Irupana, un reducto realista durante la guerra de la independencia que el caudillo José Miguel Lanza se animó a tomar aunque ello le costara perder al legendario Eusebio Lira, quien prefirió seguir solo su camino indignado porque Lanza no le permitió saquear los hogares irupaneños, como le había prometido.
El blog me sirvió para aclarar muchas cosas: por ejemplo, que los Lanza eran oriundos de Coroico; que Irupana fue escogida como cuartel general del rey acaso porque tiene una extensa planicie en Churiaca; que este rincón histórico dio grandes hombres como Rafael Pabón, el futbolista Andaveris y personajes populares como Salamanca Rocabado o el Loro Pabón.
Pero sobre todo un empresario ecologista, como Javier Hurtado, cuyos productos consumí siempre sin saber que los fabricaba él: el café Irupana, la cañahua, el willkaparu, la cebada, la quinua, el amaranto y la miel y otros productos de Alimentos Naturales Irupana que nutren con harinas andinas el desayuno escolar paceño.
Se trata de una empresa que comenzó con 5.000 dólares y terminó con un patrimonio de dos millones de dólares y un comercio internacional de quinua de 7,5 millones. Como bien dice Guimer Zambrana, mantenedor del blog, Javier “siempre estuvo cerca de El capital, pero no del financiero, sino del libro escrito por Carlos Marx, al que había adoptado como su texto de cabecera”.
Uno de los últimos posts del blog mencionado habla de las posibilidades turísticas de Irupana como capital del parapente. Pero el sitio, sobre todo, es un repositorio de la memoria irupaneña.
Recuerda el éxodo de 5.000 almas a Cochabamba, que provocó el sitio de Túpac Katari en 1781 y la ocupación de las haciendas de coca de Nor y Sur Yungas que financiaron a las tropas indígenas, un episodio que comenta el Tambor Vargas en su célebre diario.
Recuerda la vieja adoración al Niño en la Navidad con chullu-chullus (sonajeras hechas con tapacoronas aplastadas) y las coplas que me enseñó mi padre: “niño Manuelito / caga buñuelito / limpia tu culito / con mi pañuelito”.
Recuerda ese semillero de futbolistas que fueron las canchas de Churiaca, como René Reguerín y sus hermanos, o la contribución al fútbol nacional de los hermanos Flores, o la historia de Los Chivisivis, valerosos players que tomaron el nombre de la etiqueta de un aguardiente de uva producido en la hacienda Chivisivi.
O la historia de Jorge Yoyi Pabón, futbolista y luego árbitro. Recuerda a Papío Suárez, repujador de monturas de caballo; a Jorge Soria, el compositor de la cueca Irupana, que grabó el dúo Larrea-Villavicencio.
Reproduce los dibujos agudos del Loco Suárez, Abraham Suárez Mercado, médico de profesión, que mantiene una página deliciosa en Facebook y es celoso defensor de El Mancebao, periódico irupaneño.
Cuenta la historia de Yeno Soukup, cabeza de unos inmigrantes checoslovacos que ahora son ilustres irupaneños; los dichos y hechos de Lucho Salas y los célebres carniceros de la villa; de Ángel, el Pato Pardo, y Jaime Cuevas, voladores de parapente; o la importación de avispas de Ecuador y Colombia, que controló la epidemia de la broca que diezmaba las plantaciones de café.
Se hace eco del lamento justificado de los tundiquis y creadores de la saya, que les ha sido usurpada por los caporales, sin tener su riqueza de ritmos, su combinación única de kullawada y ritmo afro, que ha sido sustituida por una entonación monótona y triunfalista nacida durante la dictadura de Banzer.
Revive la nostalgia de la chicha hecha con muku llegado de Cochabamba y los célebres picantes que quedaron en el olvido, sepultados por la cerveza y los pollos a la broaster.
El Mancebao es un periódico y un blog escritos de buen humor y en mangas de camisa por cronistas como Javier Hurtado y Guimer Zambrana, que remueven el pasado para recordar la cantidad de personalidades que quizá fueron engendradas en la alfombra verde de Churiaca, después de pasear por la avenida de cuñuris (ceibos o chillijchis) tan característica del lugar cuando la vida en Irupana todavía se hacía a pie.
Uno va de sorpresa en sorpresa, porque en Irupana nacieron Armando Jordán Alcázar, el artista de los célebres grabados del siglo XIX sobre Santa Cruz; Elías Belmonte Pol, calumniado como cabeza del famoso “putsch nazi”, que sembró dudas sobre los vínculos de Gualberto Villarroel con Hitler.
Mario Monje Molina, primer secretario del Partido Comunista, que se entrevistó con el Che en Ñancahuazú; Vico Patana, muralista nacional; Antonio Uzquiano, compositor de El Ferroviario, que grabó el grupo Llajtaymanta: “Ya va a partir el tren, caballero, ya va a partir el tren'”.
Pero me quedo con don Agustín Aspiazu, cuya vera efigie ha sido reproducida en El Mancebao; científico y genio de la época (como todo genio, tildado de loco), bisabuelo de mi gran amigo René Bascopé Aspiazu.
Agustín Aspiazu predijo en 1880 el paso del cometa Halley en 1917 y en 1986, y un eclipse de sol en noviembre de 1994. Cuando estaba a punto de morir el 18 de marzo de 1897, vio entrar al padre Barreto, que se aprestaba a darle la extremaunción, y tuvo fuerzas para levantarse de su lecho para decirle: “¡Sale usted o salgo yo!”. “Ésa fue la última locura de su bella y alocada vida”, comenta Guimer Zambrana.
Ha muerto Javier Hurtado el domingo 26 de agosto, y nos dejó un legado asombroso, del cual quisiera destacar su artículo Los Yungas: Una economía de suicidio colectivo, que denuncia los errores de la política de coca cero.
Según señala, esta imposición en el Chapare provocó la invasión de Yungas por esos “soldados ingenuos del narcotráfico”, esa “generación de jairas” que está sepultando la rotación de cultivos de los viejos agricultores de las terrazas agrícolas (...) que mezclaban la coca con los cítricos, la hualusa, el maní, los ajíes y la apicultura; esos responsables de la ampliación de los cultivos de coca a las tierras vírgenes de La Asunta, Caranavi y el norte de La Paz, destructores de la riqueza forestal, la diversidad biológica, las huertas tradicionales y hasta la gastronomía regional, porque el delicioso locro yungueño, el picante de cuy o la sajta de gallina criolla han sido sustituidos por el arroz, el fideo y el pollo al spiedo.